lunes, 3 de octubre de 2011

Sobre inmigración y nacionalización

Paseando por ahí, me encontré el otro día (cuando yo digo “el otro día”, pueden haber pasado fácilmente tres años, así que no se fíen de las fechas) un cartel que me llamó muchísimo la atención. Se anunciaba que un pintor profesional te pintaba tu casa entera por sólo 600 euros, que no parece una mala oferta, pero no fue eso lo que me hizo sacar el móvil y tirar de cámara, sino que ponían “Pinturas Nai (españoles)”. Lo de “(españoles)” fue lo que realmente me resultó llamativo.

300420111935 ¿A qué se puede deber que consideren importante que sus trabajadores sean españoles, tanto como para ponerlo en el anuncio? ¿Estamos asistiendo a una constatación más que evidente de un repunte del racismo y la xenofobia? Tal vez. Quizás la explicación es tan prosaica como simple: quizás el anunciante pretende transmitir que en una situación de crisis es importante hacer notar que sus trabajadores son nacionales porque cuando hay poco trabajo es importante tirar “primero de los nuestros”.

En el polo opuesto una amiga mía que lleva una cafetería tiene una especial predilección por contratar trabajadores extranjeros, y no me vengan con que es porque así los explota porque no es el caso: todos tienen su contrato y hacen sus horas reglamentarias. Simplemente prefiere producto importado porque, según su experiencia, trabajan más y son menos aficionados al cuento y la baja “por depresión”, que es un tipo de baja que te permite hacer todo (salir de copas, viajar, ir a la plaza, hacer tai-chi) excepto trabajar. Cuidado, he tenido en mi familia y entre mis amigos casos de bajas por depresión, así que no me lo tomo a pitorreo. Lo que sí me huele mal es cuando ves a personas que están bailando por la noche y por la mañana aseguran que no pueden mover un dedo porque “el mundo se me viene encima”. Si tienes depresión la tienes para todo, se entiende, y el que está fastidiado lo está también fuera del horario laboral.

Pero volviendo al tema, es obvio que el que más y el que menos percibe que se marca cada vez más un “ellos” y un “nosotros” en el tema racial, no tanto por el color de la piel como por la nacionalidad. Pongamos por ejemplo a los rumanos, que son tan blancos como el que más pero que sufren una clara estigmatización, a pesar de que son ciudadanos de la Unión Europea y están en la misma situación que vivimos los españoles hace no tantos años, cuando éramos los hermanos pobres de nuestros compañeros de Unión (bueno, ni que ahora estuviéramos tan boyantes).

Que un pintor anuncie que sus trabajadores son españoles parece ser que no sólo es aceptable, sino un reclamo que probablemente aumente su petición de presupuestos e incluso de trabajo. No voy a tirar de demagogia barata con este tema, y diré que comprendo al pintor, que seguramente sí consiga más clientes. El problema de raíz es porqué hay este nuevo rechazo a la inmigración. Probablemente porque se ha enfocado mal el tema.

En España hay una equiparación entre “nacionalización” e “inmigración” por la que entendemos que un inmigrante tiene los mismos derechos que un nacional. Mal hecho. Ahora los progres que lean esto (pocos serán) se llevarán las manos a la cabeza y me llamarán fascista, pero vamos al tema con cierta calma. Por definición un nacional es un ciudadano de la Nación, es decir, de España (por ahora), y como tal tiene lógica que tenga una serie de derechos con que no han de contar los extranjeros afincados en nuestro país. Esto no es fascismo, es sentido común. La cuestión es cuáles son esos derechos y cuáles no.

Una persona que viva en España ha de tener todos los derechos que le son inherentes como tal persona: derecho a la vida, a la salud, a la intimidad, al honor, a un juicio justo… es decir, todos aquellos derechos que se reconocen a un ser humano por el propio hecho de serlo. Si está trabajando en nuestro país, ha de tener también todos los derechos de los trabajadores: derecho a la negociación colectiva, seguridad social, salario justo, protección contra despidos improcedentes…

Lo que no comparto es que tenga que tener los mismos derechos políticos que un español. Para que me entiendan, es nuestro país y somos nosotros los que decidimos el qué, cómo y cuándo. Es decir, que no me vale que una persona no española pueda decidir el futuro de España a través de elecciones y leyes. Si uno tiene invitados en casa lo suyo es compartir mesa y mantel, comer lo mismo, dejarle incluso la mejor habitación o la cama más blanda, pero de ahí a que entre a decidir si cambiamos las cortinas o si compramos un coche nuevo…

Si encima, como pasa en España, repartimos pasaportes como quien da piruletas peor me lo ponen. La nacionalidad entiendo que es algo que hay que ganarse si uno no la tiene de nacimiento. Soy el primero en creer que una persona nacionalizada sí tiene exactamente los mismos derechos políticos que un español de nacimiento, pero no estoy de acuerdo en que se regale la nacionalidad a cualquiera por el mero hecho de tener un antepasado más o menos remoto español, que es lo que ocurre ahora.

Hay mucho complejo que evita que ejerzamos el más elemental sentido común, cosa que no pasa por ahí. Miren lo que hacen los Estados Unidos, Canadá o Australia: aceptan la inmigración que les interesa, les dan permiso de trabajo y de residencia con cuentagotas pero con una cierta facilidad… y los inmigrantes legales tienen todos los derechos de los nacionales, salvo los políticos. Ahora bien, la nacionalidad es otra historia. Precisamente porque la nacionalidad implica una serie de derechos políticos importantes la valoran, no como aquí que parece que nos interese aumentar la población a golpe de pasaporte.

Sé que se puede interpretar muy mal todo lo que aquí pongo, pero francamente, me importa un pito, es mi opinión. Por supuesto que los inmigrantes no son ciudadanos de segunda, pero eso no quiere decir que se puedan cambiar nuestras instituciones y costumbres, eso es cosa nuestra. Creo en la igualdad de todos los seres humanos del mundo, estén donde estén, pero también creo en el derecho de los españoles (tanto nacidos aquí como nacionalizados) a decidir lo que queremos hacer con el futuro de nuestro país.

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