martes, 15 de mayo de 2018

Cinco años sin Doña Emilia

Me encanta esta foto "robada" que nos hizo un amigo (me la envió tiempo después)
¡Qué relajado estaba mientras nos hacíamos compañía tomando esos cafés en la Plaza de España!
Decía Einstein que el tiempo no existe, que es una mera ilusión psicológica. Por muy complicado que sea entender esa aseveración, hay ocasiones en que tenemos que asumir la verdad que encierra, por lo menos en la percepción de las cosas.

Hoy hace cinco años que falleció mi abuela Emilia. A veces me parecen días y a veces siglos así que lo he tenido que comprobar, contando los años con los dedos, porque no me lo creía. Murió hace un lustro el día de San Isidro, el patrón de su casa de nuestro vecino municipio de Guntín, y no hay día que no tenga un recuerdo para ella por muchísimos motivos.

Dicen que el tiempo lo cura todo, pero quizás aún es pronto. Es verdad que la herida ya no late con el mismo dolor, y que es como esos golpes en la rodilla que tras un primer momento terrible se convierten en un recordatorio de que te alejes de las esquinas de las mesas… pero que ahí sigue durante mucho más tiempo del que te gustaría.

Van pasando los días, los meses y los años. Tomar el café en la Plaza de España no es lo mismo que cuando estaba con Doña Emilia, pero al menos ya no me pone triste. Me emociona, sí, pero es un sentimiento diferente, más dulce y menos amargo.

Me sigue dando un vuelco el corazón cuando veo a una señora mayor en silla de ruedas, pero siempre me ayuda a sonreír a su ocupante y a la persona que la empuja, porque siento una simpatía automática hacia quien disfruta de sus mayores en lugar de ignorarlos o considerarlos una carga.

Será cuestión de que pasen más años pero estoy seguro de que jamás dejaré de recordar y querer a mi abuela Emilia, entre otras cosas porque no quiero olvidar a quien tanto nos enseñó a todos.

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