El Senatus Lucus Agusti en el Arde Lucus de 2024 |
El Arde Lucus es, sin la menor duda, una de las dos referencias fundamentales del calendario festivo de la ciudad de Lugo. Con una antigüedad de poco más de dos décadas la fiesta de recreación fue declarada de interés turístico autonómico, nacional e internacional y ha alcanzado el increíble logro de mirarse de tú a tú con las patronales de San Froilán, que se remontan oficialmente a 1.754, y se basan en ferias medievales todavía más antiguas.
La pregunta que hay que hacerse es: ¿cuál es el secreto del éxito del Arde Lucus y por qué es una buena idea venir a Lugo esos días? Afortunadamente ambas cuestiones son fáciles de responder porque se contestan con el mismo argumento: la implicación de toda la ciudad.
Desde aquellos días en que un grupo de hosteleros del casco histórico de la ciudad tuvo la ocurrencia de sacar unas barras a la calle y vestirse de romanos para promocionar la Muralla como Patrimonio de la Humanidad, una iniciativa modesta pero que tuvo una respuesta que nadie vio venir, el Arde Lucus no dejó de crecer exponencialmente.
El atractivo de un pasado glorioso, del que heredamos la Muralla, nuestro principal monumento, el magnetismo de las corazas y los escudos, el brillo de cascos y espadas, incluso la lucha ideológica semioculta de nacionalistas reivindicadores del pasado castreño… la suma de todo esto supuso una conjunción perfecta para que por un motivo u otro la ciudadanía se implicase en la celebración de una fiesta que no ha dejado de ir a más. El apoyo decidido del Ayuntamiento, tanto económico como personal, fue el complemento necesario para que esas ganas que teníamos de presumir de Lugo se pudiera concretar, y así hemos llegado hasta aquí.
Más de mil lucenses se han unido en 19 asociaciones que recrean aspectos diferentes de un Lucus Augusti que mezcla la recreación con ese espíritu festivo tan gallego. Ahí está el motivo por el que todo va bien y por el que merece la pena venir a conocer esta celebración: la gente.
Todos a una, año tras año, hacemos retumbar los tambores y por un par de días nos convertimos en patricios, plebe, castreños o incluso senadores, presumiendo de nuestro pasado y, sobre todo, de lo que más nos une: Lugo.
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