jueves, 2 de febrero de 2017

Lugo y sus ruinas

La campaña de Lugonovo contra los edificios ruinosos en Lugo era una necesidad que lamentablemente se quedará, con toda probabilidad, en un titular de prensa, en flor de un día, o como mucho en una iniciativa del pleno que se incumplirá en caso de aprobarse como tantas otras de una oposición (habitualmente) bienintencionada pero falta de poder real de decisión.

Rocha frente a las ruinas de la Ronda - Foto: El Progreso
Lugonovo está pagando el pato de haber aupado a la alcaldía al PSOE sin pedir nada a cambio, y no me refiero a cargos y prebendas, a sueldos para sí y sus colegas, sino a algo más profundo que eso, más importante, a la capacidad de hacer o decidir algo, por mínimo que sea. En eso les pasa lo mismo que al BNG, siendo ambas formaciones razonablemente cañeras a la hora de criticar al gobierno pero sorprendentemente también sus mejores paladines, ya que torpedean cualquier sugerencia, por remota que sea, de llevar a cabo una medida que cambie las cosas, ya sea una moción de censura como propuso Ciudadanos o una cuestión de confianza planteada por el PP de Jaime Castiñeira.

No se puede estar en misa y repicando, dice nuestro refranero, y es justo lo que les pasa a estos grupos. En el mejor de los casos se puede justificar su actitud con la doble vara de medir de: “éstos son un desastre pero los otros serían peores”, lo cual está basado en un prejuicio ideológico que se puede resumir con “al enemigo ni agua”.

En cualquier caso, volviendo al tema propuesto por Lugonovo, es cierto que Lugo adolece de múltiples construcciones en estado ruinoso, que no solo afean nuestra ciudad sino que suponen un peligro claro y evidente para los viandantes. En algunas situaciones incluso se han llegado a poner vallas durante años para proteger no se sabe muy bien lo qué, porque ante un desprendimiento de una piedra parecen poco efectivas, pero hay que dar la imagen de que se hace algo.

La administración, en estos casos, tiene varias herramientas cuyo problema es que necesitan plazos generosos de ejecución, pero como hablamos de edificios que, en algún caso, llevan 35 años ahí muertos de risa, por tiempo no será.

El más evidente es el de la multa coercitiva. Este procedimiento consiste en imponer una sanción reiterada en el tiempo (por ejemplo unos miles de euros cada seis meses o cada año) mientras la situación permanezca o no se den pasos para corregirla. En el caso que nos ocupa lo suyo sería multar mientras no empiecen las obras de consolidación y rehabilitación, mismamente.

Triste imagen de ciudad. Foto: La Voz de Galicia
Hay otra cuestión más intervencionista aún, reservada para casos más graves, y es la ejecución subsidiaria, que viene a ser que el Ayuntamiento se mete a promotor e interviene en la propiedad para hacer los arreglos. Una vez realizados le pasa la factura al legítimo propietario.

Supongo que es sorprendente que un liberal defienda unas intervenciones tan tremendas por parte de una administración pública, pero francamente hay casos en que toca defender lo individual y otros en que lo apropiado es dar prioridad al bien común. En este caso hay que inclinarse por lo segundo, y no solamente por una cuestión de estética sino por muchas más como es la conservación de los edificios colindantes o la salud pública. Muchos de estos edificios/solares son auténticos criaderos de alimañas.

Lugonovo tiene razón, claro que sí, pero todos sabemos que sus denuncias caerán en saco roto como todas las demás, porque el gobierno sabe que en el hipotético caso de estar entre la espada y la pared contará con la complicidad de esta agrupación y del BNG para mantenerse a flote, con lo que simplemente tiene que dejar que nos olvidemos de estas propuestas. Y tendrán razon.

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