Reconozco mi tremenda ignorancia sobre dos artes: pintura y teatro. Principalmente porque ninguna de la dos cosas me gusta demasiado, y de ahí mi falta de atención. Mi analfabetismo es mucho más acusado en el tema teatral que en el pictórico, gracias principalmente a aquellas clases de Historia del Arte que Rosa Piñeiro nos daba en el Femenino y que nos hicieron distinguir un tríptico de El Bosco de un retrato de El Greco.
Mi ignorancia no se refiere a la falta de conocimientos en el caso de la pintura, sino a mi falta de apreciación de las sutilezas de este arte. Les voy a poner un ejemplo muy gráfico: me parece que muchísimos de los cuadros que en Lugo vemos pintar en una mañana en el concurso de pintura rápida que convoca el Ayuntamiento tienen más valor intrínseco que las bobadas de un punto y una raya que pinta Tàpies (sí, la tilde al revés está bien, es en catalán). Sin embargo, los primeros cuadros sólo los venden si ganan el concurso y los segundos valen más dinero del que gano yo en 10 años trabajando. Probablemente es que yo no estoy muy ducho en el tema (el de la pintura, no el del trabajo), imagino, y que por eso se me escapa el valor que tienen la raya y el punto y que hacen que no sea la tomadura de pelo que me parece.
Con el teatro me pasa bastante de lo mismo, pero es aún peor. No sólo me aburro soberanamente con sólo la idea de ir a ver una obra en que un único actor recita, durante tres horas, un monólogo sobre temas indeterminados, en que tengo la sensación de ver una paranoia de difícil salvación, sino que en general el teatro clásico también me resulta un coñazo. He ido a ver un par de obras de este tipo y si les soy sincero no las he disfrutado, y no porque las compare con su versión televisiva, ya que tampoco me gusta el teatro televisado, que para mi no resiste la competencia del cine. Sí lo he pasado muy bien en obras teatrales, pero siempre han sido comedias o montajes tipo monólogos y, por supuesto, en musicales, pero esos son un mundo aparte porque no los considero teatro, sino una forma de solfear. El teatro “serio” jamás me ha atraído lo más mínimo, lo cual es curioso ya que en el Instituto llegué a dirigir una obra de factura propia (era una comedia, claro) que me metió el gusanillo de las tablas del escenario pero no logró hacerme ir de público con el mismo entusiasmo.
Una vez aclarada mi postura distante respecto al tema, tengo que decirles que este domingo comienza la XII muestra de teatro clásico de Lugo, con cuatro obras: Shakespeare para ignorantes, La Celestina, El incierto señor Don Hamlet, y Auto de la Sibila Casandra. De las cuatro la que más me llamó la atención es la primera, porque parecía pensada para mi, pero una vez visto el argumento creo que tampoco va a contar conmigo entre el respetable. A la Celestina le cogí manía cuando me la hicieron leer a punta de pistola cuando era pequeño (nunca entenderé que no hagan leer a los chavales cosas más entretenidas para aficionarlos a la lectura), si bien el montaje por lo visto es espectacular y cuenta con Gemma Cuervo como protagonista, actriz cuyo nombre suena mucho por su popularidad como “Vicenta” en la serie “Aquí no hay quien viva”.
Saben que soy más bien crítico con Orozco y sus muchachos, pero aquí tengo que darles un 10. La muestra de teatro clásico ha aguantado más de una década de ediciones anuales, que no es poco, y consigue traer a Lugo una serie de montajes que de otra manera jamás vendrían. No se puede reprochar el grandísimo esfuerzo que se hace desde las filas de Orozco desde que es Alcalde por mantener este certamen.
No tengo ni idea de las cifras de público, ni si los lucenses responden a la idea con su asistencia. Me cuentan que sí, que suelen venderse muchas entradas. A lo mejor estaría bien hacer públicos los números aunque sólo sea para, si hay mucha gente, certificar el éxito de la iniciativa, y, si hay poca, hacer callar a esos que dicen que “a Lugo nunca viene nada bueno” y que luego o no van cuando traen algo que dicen que les gusta, o van a ver el mismo montaje a La Coruña porque les parece más “in”. Creo que ya les conté que cuando vino un montaje espectacular de La Flauta Mágica de Mozart a Lugo había más gente sobre el escenario que los que estábamos en los asientos y que, a los pocos días en Coruña repetí (es mi ópera favorita y no es fácil verla por aquí porque es un montaje caro y complicado), y me encontré muchas, muchas, muchas caras conocidas que me decían que “cosas como ésta no van a Lugo”. Era el mismo montaje, con la misma orquesta, coros y protagonistas.
En fin, resumiendo, felicito al señor Orozco por este certamen que creo que ha elevado mucho el nivel cultural de esta ciudad. No siempre tiene que gustarle a uno una cosa para que aplauda que se haga.
Les dejo a continuación los enlaces para que vean el programa de la muestra y, ya puestos, puedan comprar entradas. Si les gusta el teatro no lo duden y si no les convence, cuéntenselo a quien sí lo aprecie para que puedan ir y que esta iniciativa se mantenga muchos años más.
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