Es curioso que para fumar tengas que cumplir los 18 años pero que para echarte una escopeta al hombro y liarte a tiros por el monte te llegue con 14 años. “Tienes que ir acompañado de un adulto”, te razonan. Pues vale, entonces que te dejen fumar si estás con un colega de 18 años.
Lo del tema de la mayoría de edad es un asunto espinoso. Para empezar no todo el mundo evoluciona igual, y cada vez se da más la figura del “adultescente”, que es la gente que con treinta años bien cumplidos sigue haciendo la misma vida que cuando tenía 17. Por otra parte es obvio que en determinados ámbitos la evolución es más rápida, y sobre todo en la zona rural, por aquello de que la vida es más dura y se trabaja bastante más, se alcanza la edad adulta mucho antes.
Aquí hay mucho que rascar. Por ley está prohibido el trabajo de menores, con la excepción de los espectáculos (lo cual no deja de ser de un cinismo extraordinario), pero es una ficción en ciertos lugares. Lo de ir a “muxir as vacas” desde muy pequeñito, igual que trabajar en el campo es un trabajo bastante más duro que muchos de los que se pueden hacer en otros ámbitos, y se hace sin mayores problemas.
También se permite trabajar a menores cuando interesa. ¿Qué sería de las series de televisión sin el niño resabiado que suelta frases ingeniosas dignas del propio Groucho Marx? ¿O del anuncio de coches con niña repelente que exige a sus papás que compren tal marca porque lo dice ella? ¿Y los programas de Bertín Osborne en que se ríe forzadamente de las “cosas de críos” que los guionistas diseñan con tanto cuidado? Es curioso que se permita a niños de pocos años participar en esto, a cambio de una generosa minuta que cobran sus papás, pero se impidan otro tipo de trabajos porque son algo malo.
No se me asusten, que no estoy pidiendo que se legalice el trabajo de los menores, ni que nos monten en España fábricas de zapatillas con críos de 10 años cosiendo. Lo que estoy intentando explicar es que con el tema de la mayoría de edad somos muy elásticos cuando nos conviene.
Cuando yo era pequeño (espero no meter a nadie en un lío con esta revelación) echaba una mano en el restaurante familiar haciendo recados. A los 13 o 14 años más o menos ayudaba ya con el uniforme de camarero (pantalón y zapatos negros, camisa blanca, pajarita…) y ponía vinos, fregaba… ese tipo de cosas que se hacen cuando empiezas en hostelería. Para mí no sólo no fue ningún trauma sino que lo pasé como un enano. A ciertas edades todo es un juego, y cuando estás en la edad del pavo lo de hacerte el mayor mola.
Obviamente tampoco es que estuviera en una fábrica de municiones o en una mina, aunque el trabajo en hostelería no es ningún chollo. La sensación de llegar a casa y que te hormigueen las piernas de cansancio la conocí muy pronto y creo que fue una de las grandes motivaciones que me hicieron estudiar una oposición. Y no me pasó nada malo, más bien al revés, aprendí lo que cuesta ganar un duro.
Pero bueno, que me desvío. Hablábamos de que en este país, en este en ocasiones hipócrita país, nos puede caer una multa bastante contundente si le damos un cigarrillo a un tío de 17 años, pero no si le damos una escopeta a un niño de 14. Eso sí, con la puñetera legislación del menor, el chaval que es lo bastante hombre para matar corzos no puede ser juzgado si se le cruza el cable y en vez de a un bicho encañona a su padre o a un amigo que le robó los cromos y le pega dos tiros conscientemente. Entonces vuelve a ser un “menor indefenso”.
Y luego está el tema del sexo. Ahí nos sale el pasado moro que llevamos dentro y aumentamos la edad legal para echar un polvo a los 16 años. Eso sí, desde lo que hace poco era la más tierna infancia, ahora visten a las crías como putas. Ya sé que puede ser contradictorio el razonamiento, ya que por una parte parezco muy liberal con el tema de la edad y por otra muy carca con lo de la vestimenta, pero oigan, es que me parece absurda esa contradicción muy nuestra, que es lo que pretendo denunciar.
España es el país de las contradicciones. Salimos a la calle en manada a protestar por una sentencia que aplica nuestras propias leyes, pero nadie menciona que el código penal se ha endurecido para evitar que eso vuelva a suceder. Nos rasgamos las vestiduras cuando “un político” o un sindicato pide facturas falsas pero la pregunta de “¿quiere factura o se lo hago sin IVA?” es tan normal como preguntar de qué color quieres que te pinten la pared. Nos ponemos como hienas cuando la infanta se alquila a sí misma un inmueble pero no nos extraña que en la consulta del médico de cabecera nos hagan esperar porque está el “visitador médico” comprando la voluntad del doctor para recetarnos su producto… Y no estoy defendiendo al político chorizo ni a la infanta (que merece un día de estos un artículo propio) sino usándolos como ejemplo de lo que nos altera frente a comportamientos que consideramos normales.
Pues con esto pasa igual. O un tío de 15 años es mayor de edad o es menor de edad. Pero no puede entrar y salir de ese concepto cuando nos apetece. Y si es mayor de edad, que pueda votar, conducir, trabajar y salir de copas. Y si no lo es que no pueda hacer muchas cosas que hoy se permiten, como echarse una escopeta al hombro.
Lo de la mayoría de edad intermitente, como que no.
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