lunes, 10 de febrero de 2014

A declarar, Alteza

Lo que se supone que debería haber sido un acto de normalidad en un Estado de Derecho, esto es, la declaración de una infanta en un juzgado, se convirtió, como no podía ser menos, en un circo de tres pistas. Ya habíamos hablado de que lo importante de este caso no es cómo demonios bajara la rampa la moza, si andando, en coche, o bajo palio, sino el hecho en sí de su entrada en la corte donde se administra justicia, no lo olviden, “en nombre del Rey”.

Tampoco hay que ser inocentones y es obvio que la presión mediática hace de este juicio un foco de atención nacional. Tiene su lógica, porque es como si juzgaran a un político de primer nivel, un futbolista, o a un cantante, es el mundo del espectáculo.

Pero los españoles somos muy nuestros. Miren si hay bula con estos temas que ayer en la portada de El Mundo se ilustraba la noticia con una foto sacada de un vídeo tomado a la infanta mientras declaraba (el vídeo se grabó a escondidas y estaba de espaldas, pero era ella) a pesar de la expresa prohibición del juez… ¡y a todo el mundo le parecía tan normal! Es decir, que se está juzgando a una persona por saltarse la ley y se ve normal que lo haga la prensa para “informar”, como si esa foto fuera reveladora de algo que no se sabía ya antes. Porque el auto del juez es, en su terreno, la ley, y hay que respetarla.

Creo que todos imaginamos que se va a condenar a Urdangarín y a alguno más, pero nadie cuenta con que se sancione a Doña Cristina de Borbón (mientras siga siendo infanta le corresponde el “Doña”, a pesar de que en los telediarios la traten como si fuera la asesina de los Marqueses de Urquijo). En cualquier caso, sea ella o sean los dos, lo que parece evidente es que tendrá que renunciar a su título como mínimo, pase lo que pase, si quiere intentar no dañar aún más a su familia, que no es una familia cualquiera.

Ser una institución es muy duro, pero nadie les manda. ¿Es el posible delito de la Infanta equiparable al de un Juan Pueblo cualquiera? ¿O el que les se achaca a Orozco y a los demás presuntos chorizos atrincherados en su sillón oficial? Personalmente creo que no. A la pena ordinaria que les correspondiera por meter mano a la caja yo les metería un agravante por “traición”, creo que ya lo había puesto alguna vez.

Traidores no son sólo los que en una guerra llevan los planos del submarino al enemigo, que eso es poco habitual (por suerte estamos metidos en pocas guerras, y nuestros submarinos como se construyen fuera seguramente los pueden encontrar en Internet), sino todos aquellos que utilizan un poder público para sus propios fines. Ya sé que hay un delito con ese nombre, la desviación de poder, pero no me refiero a eso, a usar “físicamente” ese poder público, sino a traicionar la confianza de los electores, del sistema o de la sociedad. No hay peor traición que esa.

Veremos cómo va evolucionando el tema, pero lo que ya es seguro es que la que siempre fue la Infanta “favorita” lo tiene muy crudo para poder volver a asomar la cara en público salga como salga del juzgado.

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