Se supone que la evolución de la humanidad pasa por evitar la sacralización de personas o cosas, y que, como mucho, ha de elevar a los altares del sentido común otro tipo de asuntos como los derechos y las libertades. Desgraciadamente no es así, y parece que en lugar de las enfermedades nos preocupan los síntomas. Lo importante es la pitada y no el cabreo que algunos tienen con la que debiera ser su Nación.
Artur Mas sonríe por la pitada... |
El tema viene a cuento, obviamente, al hablar de los famosos pitidos al himno nacional durante la final de la Copa del Rey, que si les soy sincero no escuché en directo porque yo de deporte más bien poco, y menos aún verlo que me aburre soberanamente. Sin embargo, como las noticias se encargaron de repetir hasta la saciedad las imágenes que dicen denostar (aunque secretamente les encantan porque les cubre 20 minutos de telediario, que sumados a los que da la Pantoja les arreglan el día), no me ha quedado más remedio que escuchar y ver la situación.
Si les soy sincero, si no nos hubieran obligado a tragarnos el tema no le habría dado la menor importancia a la pitada en sí, y ahora que me han hecho pensar un poco en el asunto les diré que sigo sin dársela. Me preocupa más el trasfondo. Vamos por partes.
Que un problema nacional sea que los independentistas piten al himno es ridículo. El verdadero tema de fondo es que haya quien se quiera independizar de este país. Siempre hay un porcentaje de descontentos pero parece que últimamente ha aumentado de forma importante y no es para menos, porque los problemas son muchos y las soluciones son tímidas y en muchos casos cortoplacistas.
Como sabrán quienes me leen, me considero un liberal, por lo que creo que el derecho más importante que hay es el de que cada cual pueda hacer lo que le venga en gana mientras no pise los derechos del vecino. Aquí nos encontramos con uno de esos casos en que es muy difícil trazar una línea, ya que confrontamos la libertad individual de expresar su opinión al pitar contra el himno nacional con el derecho de otras personas de no ver ofensas sobre los símbolos de su identidad. Complicado… o no tanto.
Aunque no me considero un nacionalista en lo que a España toca, obviamente no me hace la más mínima gracia ver a miles de personas gritando contra el himno nacional. Tampoco me gustaría ver a nadie silbando contra el himno gallego, el asturiano o el francés, porque creo que no deja de ser el reflejo de una generalización ridícula: todo lo que engloba una bandera tiene luces y sombras.
Creo firmemente que la libertad de expresión pasa por tener que soportar escuchar lo que no quieres oír, y eso incluye los pitidos al himno, la quema de banderas, el insulto a los símbolos que deberían ser los que nos unen y las faltas de respeto a unos colores o unos estandartes. Por supuesto no es algo deseable, pero me preocupa mucho el prohibirlo.
Si aceptamos que un artista puede hacer un vídeo de cómo cocinar un Cristo, los dibujantes pueden hacer caricaturas de Mahoma, el Jueves puede sacar viñetas sobre el Rey en momentos de lo más íntimo… pues habrá que dar ese paso más y consentir que quienes no se consideran amparados por la bandera nacional o el himno le piten en un partido. Es lo que hay, aunque no nos guste. Todo el mundo ha de tener derecho a hacer el ganso.
¿Que es de idiotas jugar la Copa del Rey estando contra el Rey? Pues sí, es obvio. ¿Que la mayor protesta que pueden hacer es no presentarse a jugar ese trofeo? Seguimos en el terreno de lo evidente, pero hay mucho dinero de por medio… y la pela es la pela.
En cualquier caso, resumiendo, lo que me preocupa no es que piten al himno, sino lo que pasaría si entramos en la dinámica de prohibir todo aquello que “nos ofende” pero que, en realidad, no tiene mayor consecuencia. ¿Volvemos a instaurar la censura? ¿Cerramos los bares que tienen una foto de Franco o de Stalin porque no son de nuestras simpatías? ¿Prohibimos una editorial de un periódico que defiende la República?... ¿Dónde está el límite? Genera más violencia el evitar esas expresiones, aunque no nos gusten, que dejarlas pasar mientras no suban de ese punto. Por supuesto otra cosa es la incitación a la violencia, no nos confundamos, y de poner un límite sin duda es ese.
Dice el sabio refranero español que “no hay peor desprecio que el no aprecio”. Quizás ese sea el camino. Si quienes pitan el himno quieren mostrar su disgusto con España son muy libres de hacerlo. Y los demás somos igual de libres de ignorarlos olímpicamente o de reírnos de esos “principios” que les hacen insultar a España pero aceptar su dinero para pagar a los proveedores y jugar su Liga y su Copa porque hay pasta de por medio.
Dejad que piten, se retratan ellos solitos.
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