Cuando era pequeño y tras una de mis habituales trastadas mis padres me castigaron sin regalo de reyes. No sé cuál de las barbaridades que hice fue la que causó el castigo, y no viene al caso entrar en detalles para recordar si se trataba de cuando quemé una lámpara o el día que salí a leer al tejado… las típicas cosas que uno hace de pequeño. La cuestión es que el castigo no fue únicamente por la burrada, sino por la mentira posterior. Me habían visto hacer lo que quiera que hiciese y yo, en lugar de confesar y pedir perdón me empeciné en negar hasta lo evidente y seguir diciendo que no, que no y que no había sido yo.
Llegó la noche de reyes y mis padres, consecuentes con lo suyo, me dejaron sin juguetes, y por eso les extrañó a primera hora de la mañana escucharme gritar lleno de alegría “¡vinieron los reyes, vinieron los reyes!”. Una mano misteriosa había cambiado un regalo de mi primo y me lo había puesto a mí. Se dice misteriosa por decir, ya que era obvio para todos, empezando por el culpable, que había sido yo.
Nuevamente me pusieron contra las cuerdas y yo volví a negar lo obvio. Tan cansina fue la cosa que ya se hartaron y me dijeron algo como “tú sabes que los reyes magos somos nosotros, así que no vengas con tonterías” y mi respuesta fue “Bueno… podía haber sido un milagro…”. No recuerdo qué pasó después, salvo que mis padres tuvieron que salir por turnos a reírse donde yo no los escuchara para no tener que asesinarme después y cubrir sus huellas. Eso sí, el castigo fue ejemplar.
Toda esta graciosa historieta, tan verídica como vergonzosa (pero oigan, si no confío en ustedes en quién voy a hacerlo) ilustra que en ocasiones lo grave no es el hecho sino la mentira que intenta taparlo.
Saliendo de la reunión - Foto: Diario de Pontevedra |
El sainete que ayer por la mañana representaron Besteiro y Orozco va por ahí. Si el actual alcalde, al que le quedan dos días de mandato (literalmente) finalmente se marcha nos habrán estado tomando el pelo a todos desde el 24 de mayo por la noche hasta el momento que confiese su huida. Y lo peor no sería ese vergonzoso ejercicio de escapismo, sino las mentiras reiteradas del propio Orozco y de sus compañeros de partido, incluido el camarada secretario general del chiringuito autonómico, el señor Besteiro, que tras cuatro horas de reunión con el alcalde filósofo se nos pone como corresponde (es decir, filosófico) y sale con un “solo sé que no sé nada”.
Mientras tanto, se filtra que en las reuniones con Lugonovo, según cuentan las malas lenguas, la representación socialista se redujo a preguntar “a ver, ¿qué queréis en serio?” dando por sentada la salida del que durante 16 años fue el gran valor del PSOE en la ciudad. Parece que la consigna es justo la contraria, jugar al despiste, y dar mensajes contradictorios.
Puedo comprender que les apetezca torear a Jaime Castiñeira, ponerlo nervioso y descolocarlo. En la mano del propio Jaime está que lo consigan o no, ya que uno puede estar sin dormir bien dos semanas y aun así aparecer sonriente como si la historia no fuera con él. Hasta puedo entender que quieran tomar el pelo a Lugonovo y el BNG, para hacerles pagar con el deshojado de la margarita su osadía de exigir la cabeza del Rey para que el PSOE conserve la única capital de provincia de Galicia a la que puede echar mano.
Pero lo que sería más difícil de asimilar es que se estén cachondeando del resto de los lucenses, empezando por sus votantes. Si Orozco se iba a marchar digo yo que ya va siendo hora de decirlo, y si se va a quedar pues lo mismo, pero sin andar con juegos.
Todo esto no tiene sentido… salvo que la táctica sea dejar todo para el último día y así obligar a Lugonovo y BNG a votar improvisadamente a un sustituto socialista, sin tiempo para pactar políticas, concejalías, prebendas, asesorías, salones, recursos, pagas, asignaciones a grupos, mayorías y otros detalles de cierta relevancia que podrían haber estado sobre la mesa las dos últimas semanas pero que se han escamoteado tras la única pregunta: ¿quién será el próximo alcalde de Lugo?
Si los actores llegan al escenario y les cambian el guion, a menos que sean muy muy buenos la única posibilidad que tienen de salir airosos es leer el texto que les plantan, sin espíritu crítico alguno por grosera que sea la tontería que representan. De la misma forma, llegado el caso de que Orozco se inmole el mismísimo sábado en el Pleno, a los demás partidos “progresistas” (un día analizaremos ese término, que tiene su guasa) no les quedará más tiempo que responder a una única pregunta: “¿a quién preferís, a Jesús o a Barrabás?”, y Orozco podrá lavarse las manos y salir con un servicio más al Partido, que no a la ciudad, que será generosamente recompensado (me reafirmo en lo de la Subdelegación del Gobierno, que le pega mucho más que el Senado).
¿El riesgo? Relativo. Una derrota a corto plazo con la entrada del PP en la alcaldía y una posible victoria a medio plazo cuando ante la “ingobernabilidad y las políticas contra el pueblo” que percibirán haga lo que haga Jaime se “vean obligados” a presentar una moción de censura, ¡oh, qué buenos! ¡Todo por el bien de Lugo!
Así que aunque la cosa parece seguir encaminándose al gobierno minoritario de Jaime, nadie abrirá los ojos como platos si pasa lo contrario. Ahora mismo si pretendían sorprender lo están haciendo fatal, porque pase lo que pase todos podremos decir “si ya lo decía yo”.
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