martes, 23 de junio de 2015

El precio justo

Luego no digan que no se lo advirtieron, porque algunos lo hicimos.

En las fiestas hay siempre quienes “aterrizan” y cobran precios disparatados por cosas que normalmente cuestan mucho menos. Verbigracia: hace uno o dos años, en pleno Arde Lucus, una amiga pagó 12 euros por media docena de churros y un cono de patatas. Como lo leen. Encima alguna patata se le cayó al suelo, como para echarse a llorar.

También este año ha habido problemas, que ya mencionábamos ayer, con el tema de los precios de las raciones en algún local “temporal”. La ración de lacón a 24 euros, el pulpo a 20 euros (en las casetas de San Froilán costaba 7,25 € el último año), la jarra de sangría a 6 o la de cerveza a 8 euros (hablamos de jarras individuales). Un auténtico disparate.

Pero dicho esto, y aclarado que es un abuso considerable, hay que recordar un par de cosas. La primera es que los precios son libres, al menos hasta la venida del Comunismo Global, y cada cual puede poner a una cosa el monto que considere oportuno. La segunda es que en la parte posterior del programa del Arde Lucus, en un tipo de letra casi ilegible, pone lo siguiente: “Con la colaboración de los empresarios del casco histórico y la recomendación de los mismos de comprobar el listado de precios durante la fiesta”. Tendría que estar más grande para que se viera bien, pero está, y es por acuerdo entre el Ayuntamiento de Lugo y la Asociación Lugo Monumental, no sé si les suena.

Como liberal defiendo que cada cual pueda cobrar lo que estime conveniente durante unas fiestas, pero con una única condición: que el cliente sepa, a la hora de sentarse, el clavo que le pueden meter. Y que elija.

Estoy un poco cansado de medias tintas así que no voy a ocultar nombres (en lo positivo, claro). En el casco histórico no conozco ningún local que haya subido los precios durante las fiestas. El que más conozco, el Verruga, mantuvo tanto su carta como los precios de vinos, raciones y cañas, que costaban el sábado lo mismo que el martes, igual que cuesta siempre sea San Froilán, el puente de la Constitución o el día que viene el Sporting de Gijón. Tomar un exquisito café con hielo en el Café del Centro costaba el sábado del Arde Lucus los dos euros que cuesta habitualmente. ¿Que es caro? No lo creo, si tenemos en cuenta que gran parte de ese dinero se va a pagar las tasas municipales de terrazas, las más caras de Galicia. En la cervecería Lúa Korner, de la rúanova, el “piscolabis” cuesta los 5 euros de siempre, y la hamburguesa Reina no ha variado de precio tampoco, como ningún producto de su larga carta.

Estos días hubo inspecciones de Turismo y de Trabajo en los locales del casco histórico. ¡Bravo!, ¡más tenía que haber! Al que le molesta que alguien haga cumplir las normas es porque no tiene la conciencia demasiado tranquila, y si una persona tiene personal sin contrato, o cobra unos precios diferentes de los de la carta lo suyo es que le caiga una sanción de no te menees que le haga replantearse si ahorrarse unos euros en un contrato le merece la pena. Es una pena que no haya habitualmente otras de temas como el del tabaco, que es una ley que la gente se pasa por el forro.

Lo que no tengo tan claro es si esas inspecciones fueron también a los locales temporales autorizados por el Ayuntamiento, imagino que sí, aunque en los que vi yo solo estaban expuestos los precios en uno, el de la Plaza de la Soledad, y no eran los disparates que les comentaba antes y que mucha gente asegura que les cobraron en otros sitios. No eran baratos, pero tampoco pagabas por una ración lo que te cuesta el lacón entero.

No seamos tampoco falsos: los puestos temporales abonan generosas facturas por instalarse ahí esos días de fiesta, y son los que en parte financian el Arde Lucus. Que esas más que generosas tasas las trasladen al consumidor me parece normal (no pretenderán que trabajen gratis), pero siempre y cuando avisen de los precios que van a cobrar.

En resumen: no se trata de poner precios máximos, sino de obligar a que estén claros y dejar que actúe el comercio y la competencia, que es la que en el sistema de libre mercado ajusta las tarifas. Instalen cartelones “oficiales” con un tamaño generoso, bien visibles, con los precios por ración y el peso de los productos (x gramos de lacón o x unidades de chorizo) y dejen que la gente elija dónde quiere comer y lo que quiere pagar.

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