La Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Lugo, cuya responsable última es Ana Abelleira de Bienestar Social (para una vez que ponía algo bueno de Carmen Basadre porque pensé que era cosa suya al ser la concejala de igualdad me lo han corregido) difundió antes de las fiestas unos cartelitos o algo así en que recogían ciertas “indicaciones” para el carnaval. En concreto hablaban del sexismo en los disfraces y algunas consideraciones más.
Empezando por lo del sexismo, le doy toda la razón. Esa manía de que los niños se disfracen de médico y las niñas de enfermera es una estupidez cuya veracidad además se descarta con un simple vistazo a las facultades de medicina, donde las mujeres son una inmensa mayoría. Pero aunque no lo fueran, nada justifica esa manía de que los hombres vayan de superhéroes machotes o de profesionales de prestigio y las mujeres de putillas más o menos disimuladas (enfermera sexy, monja sexy, azafata sexy...), es algo con lo que hay que acabar o, al menos, ser conscientes del erróneo mensaje que se transmite. No pienso en prohibir, sino en reflexionar, sobre todo las mamás y papás que disfrazan así a sus hijos.
Por otro lado, otro de los párrafos habla de que un disfraz no es una invitación al acoso. Que una persona quiera ir luciendo el palmito no quiere decir que te esté autorizando a meterle mano, y tampoco dejan fuera del tema la triste excusa del alcohol para justificar propasarse. Ambas cuestiones totalmente acertadas en esta campaña.
También se trata el tema de los niños, que en mi opinión es aún peor. Dice la campaña, con gran criterio, que hay que “descartar aquellos que suponan una hipersexualización que afecta, en muchos casos, a las niñas menores de edad”. Totalmente de acuerdo. Esa manía de emputecer a las niñas (a los niños también, pero es menos frecuente) me parece de depravados, y el intentar vestirlas con medias de rejilla y de adultas no aporta nada a la cría, o al menos nada bueno. Dejen que disfrute de su infancia, que bastante poco dura sin necesidad de acelerar los tiempos.
Curiosamente si se fijan en estas campañas solo parece preocupar la sexualidad femenina. Esto es muy habitual. Recientemente se lió parda porque una fiesta en Barcelona invitaba a copas a las chicas sin bragas, o en Lugo porque se montó un festival tipo erótico (que no sé qué tal saldría) pero cuando hay un desfile de modelos en que salen tíos desnudos para promocionar bolsos a nadie le escandaliza. Imaginen que lo hacen con modelos femeninas, verían la que se montaba.
Todas estas cosas me parecen importantes y hay motivos por los que aplaudir esta campaña. También tiene una parte con la que estoy menos de acuerdo y es cuando se habla de que “piropos y chistes homófobos, misóginos, tránsfobos y lésfobos son intolerables”. Francamente no sé qué se entiende por carnaval a estas alturas, y el ejemplo más obvio es el de la que se ha liado con el festival “drag” de Canarias y su espectáculo ganador, en que se satiriza la religión católica.
El Carnaval es precisamente eso: la burla, la ridiculización, la falta de respeto al poder y a lo políticamente correcto. No acabo de entender por qué los tuits del concejal de Podemos sobre Irene Villa o una comparsa en que se cachondean del Rey emérito (por cierto les recomiendo el vídeo que es muy divertido) hay que enmarcarlos en el “humor negro” y sin embargo hacer un chiste de los que contaba Arévalo de mariquitas es una canallada o un algo “a desterrar”. Y supongo que nadie me acusará de homófobo, aunque vayan ustedes a saber porque ya me ha pasado (¡qué desinformada está la gente!). Si les soy sincero nunca me sentí insultado por los chistes de Martes y Trece o las coñas de humoristas de los 80 que hoy estarían en el trullo si tuvieran la osadía de hacer lo que hacían de aquella. De la misma manera que entiendo que no debería molestar a un sacerdote ver una comparsa que se cachondee de la Semana Santa o a un concejal de urbanismo una coña sobre comisiones irregulares.
Empezando por lo del sexismo, le doy toda la razón. Esa manía de que los niños se disfracen de médico y las niñas de enfermera es una estupidez cuya veracidad además se descarta con un simple vistazo a las facultades de medicina, donde las mujeres son una inmensa mayoría. Pero aunque no lo fueran, nada justifica esa manía de que los hombres vayan de superhéroes machotes o de profesionales de prestigio y las mujeres de putillas más o menos disimuladas (enfermera sexy, monja sexy, azafata sexy...), es algo con lo que hay que acabar o, al menos, ser conscientes del erróneo mensaje que se transmite. No pienso en prohibir, sino en reflexionar, sobre todo las mamás y papás que disfrazan así a sus hijos.
Por otro lado, otro de los párrafos habla de que un disfraz no es una invitación al acoso. Que una persona quiera ir luciendo el palmito no quiere decir que te esté autorizando a meterle mano, y tampoco dejan fuera del tema la triste excusa del alcohol para justificar propasarse. Ambas cuestiones totalmente acertadas en esta campaña.
También se trata el tema de los niños, que en mi opinión es aún peor. Dice la campaña, con gran criterio, que hay que “descartar aquellos que suponan una hipersexualización que afecta, en muchos casos, a las niñas menores de edad”. Totalmente de acuerdo. Esa manía de emputecer a las niñas (a los niños también, pero es menos frecuente) me parece de depravados, y el intentar vestirlas con medias de rejilla y de adultas no aporta nada a la cría, o al menos nada bueno. Dejen que disfrute de su infancia, que bastante poco dura sin necesidad de acelerar los tiempos.
Curiosamente si se fijan en estas campañas solo parece preocupar la sexualidad femenina. Esto es muy habitual. Recientemente se lió parda porque una fiesta en Barcelona invitaba a copas a las chicas sin bragas, o en Lugo porque se montó un festival tipo erótico (que no sé qué tal saldría) pero cuando hay un desfile de modelos en que salen tíos desnudos para promocionar bolsos a nadie le escandaliza. Imaginen que lo hacen con modelos femeninas, verían la que se montaba.
El Carnaval es precisamente eso: la burla, la ridiculización, la falta de respeto al poder y a lo políticamente correcto. No acabo de entender por qué los tuits del concejal de Podemos sobre Irene Villa o una comparsa en que se cachondean del Rey emérito (por cierto les recomiendo el vídeo que es muy divertido) hay que enmarcarlos en el “humor negro” y sin embargo hacer un chiste de los que contaba Arévalo de mariquitas es una canallada o un algo “a desterrar”. Y supongo que nadie me acusará de homófobo, aunque vayan ustedes a saber porque ya me ha pasado (¡qué desinformada está la gente!). Si les soy sincero nunca me sentí insultado por los chistes de Martes y Trece o las coñas de humoristas de los 80 que hoy estarían en el trullo si tuvieran la osadía de hacer lo que hacían de aquella. De la misma manera que entiendo que no debería molestar a un sacerdote ver una comparsa que se cachondee de la Semana Santa o a un concejal de urbanismo una coña sobre comisiones irregulares.
Cuando la política entra por la puerta el sentido del humor salta por la ventana. Y el común también, la verdad. Si podemos reírnos de las altas instituciones del Estado, de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, hacer vídeos de cómo cocinar un Cristo, vestirnos de Virgen María guarrilla, imitar a Rajoy entrenando por la calle (otro disfraz sencillo y buenísimo) o salir en procesión como militares y otras “élites”, no acabo de ver el problema a una comparsa de mariquitas o una de moteras lesbianas. ¿No quedamos en que todo es libertad de expresión y transgresión? ¿O sólo es cuando te cachondeas de los enemigos políticos? ¿Te puedes reír del obispo pero no del vecino porque es de un grupo "protegido" como si fuera una especie extraña? ¿Quién decide el
límite? ¿Quién establece lo que “está bien” y lo que es
“pasarse”?
La libertad de expresión solo puede tener como límite la amenaza y la mentira. Que alguien haga una comparsa ridiculizando lo que quiera es lógico, y cuanto más “sagrada” sea la causa que satiriza más acorde es con el auténtico espíritu del Carnaval. Esta fiesta nació, no lo olvidemos, como contrapoder al poder, como contrapresión a la presión de la Cuaresma, como revolución silenciosa y popular de los humildes contra los de arriba.
Ahora resulta que hay que acotar los chistes y las sátiras. No lo comparto. Otra cosa es que esté de acuerdo con que algo tenga gracia o no, o que sea de buen o mal gusto, eso es harina de otro costal, pero en un país en que se hicieron chistes del 11S, del camping de Biescas, del asesinato de Miguel Ángel Blanco o del atentado a Carrero Blanco francamente no sé de qué se escandalizan ¿Que una drag queen quiere crucificarse? Cosa suya. Probablemente no sé si lo premiaría (tampoco vi la gala, la verdad, solo la noticia y no sé qué tal estaban los demás) y me puede parecer de mal gusto, pero de ahí prohibirlo... Decía un amigo que dentro de poco no se podrá hacer la fiesta del cocido de Lalín porque molestará a los musulmanes. Tiene toda la razón. Tiempo al tiempo.
El autobús de las narices. Fascismo en estado puro. |
Lo normal en estos casos es la condena social, el ostracismo y el que nos riamos nosotros de ellos por su pobre forma de ver el mundo, pero no amenazarlos con quemarles el chiringuito o sacar normas y más normas que al final conviertan nuestras libertades en meros catálogos de prohibiciones en que se nos guíe para saber de qué podemos reírnos y de qué no.
Decía George Orwell en su “Rebelión en la granja” que “Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”. Difícil encontrar mejor definición.
Tengo que rectificarte que la responsable de la campaña al cartel que te refieres, es Ana González Abelleira, Concelleira de Benestar social, igualdade e Inclusión.
ResponderEliminarVaya por dios. Para una vez que digo algo bueno de Basadre y no es suyo. Lo corrijo. Gracias por tu apunte.
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