No es un fotograma de Avatar, es el mapa de los resultados electorales del domingo. Todo azul. |
PP, BNG y PSOE comparten foro de debate autonómico y
provincial y Ciudadanos se les une en la capital. Veamos, de estos cuatro, por
qué ni los que han perdido han perdido tanto ni los que han ganado deberían
estar totalmente satisfechos.
Empecemos por el vencedor absoluto de la noche del domingo.
El PP en Lugo no es que haya ganado, es que ha pulverizado a sus rivales. No ha
habido distrito, sección ni mesa en que no haya ganado y aunque no se pueden
extrapolar resultados de unos comicios a otros, si esto fuesen elecciones
municipales el PP tendría 14 concejales de 25, en lugar de los 10 que tiene
ahora. Esto hace que uno se pregunte dónde está el problema del PP en Lugo. Es
algo que pasa en muchas otras poblaciones, pero yo vengo a hablar de mi Lugo.
Desde que en 1999 el PP cometió el imperdonable error de
apartar de la candidatura al entonces alcalde, Joaquín García Díez, el partido
no ha vuelto a levantar cabeza en la ciudad en más de dos décadas. En 2003,
Fraga “sacrificó” a su conselleira más valorada, Manuela López Besteiro, que
probablemente habría sido una grandísima alcaldesa pero que en la campaña no
tuvo nada que hacer contra un Orozco arrollador al que hasta el BNG le hizo
campaña. Cuatro años más tarde el PP intentó recuperar la alcaldía llamando nuevamente
a Joaquín pero ya era tarde, hacía ocho años que se había marchado y se
enfrentaba a un triunfal Orozco en su mejor momento. Bastante hizo reteniendo
los concejales que había y evitando una nueva mayoría absoluta del PSOE, pero
no había más que rascar. En 2011 y 2015 la candidatura de Jaime Castiñeira se
quedó a un “casi, pero no”, en un momento en que el PP ganaba alcaldías
históricamente socialistas como Santiago de Compostela, Coruña o incluso
Sevilla. Tampoco lo lograron en 2019, en que Ramón Carballo se quedaba en 10
concejales que, ni sumados a los dos de ciudadanos, le permitieron ser alcalde.
Este breve resumen nos hace ver que quizás el problema no
está en las siglas, ya que los lucenses no tienen reparo alguno en coger la
papeleta del PP en otras elecciones, pero cuando llegan las municipales la cosa
cambia. Si no es el partido, ¿serán los nombres? ¿Serán el mensaje o las
actitudes? ¿Será la forma de llegar a la gente… o de no llegar? Es una
reflexión profunda que deberían hacer porque los motivos que habitualmente se
esgrimen para explicar las victorias en otros ámbitos (que si la maquinaria es
muy importante, que si tienen una base muy amplia…) parecen no tener efecto en
las municipales. Y lo que te rondaré, morena.
En cuanto al BNG, corren el riesgo de hacer la lectura
inversa que el PP. Podrían caer en la tentación de vincular sus magníficos
resultados en Lugo a sus acciones locales, y no a la extraordinaria campaña que
ha hecho Ana Pontón. De cometer ese error, que casi doy por sentado, pueden
confundir el respaldo autonómico con el municipal y dar por válidas todas sus
iniciativas, incluyendo la más que discutible forma de peatonalizar el carril
de la Ronda sin debate alguno y sin tomar medidas paliativas de los efectos
negativos generados. También es probable que obvien que, en caso de
extrapolación, su gran resultado les dejaría con solo 6 concejales frente a los
14 del PP así que tampoco es para echar las campanas al vuelo, por mucho que
sean unos buenísimos números.
El PSOE lucense, por su parte, recibe un varapalo serio,
viéndose como tercera fuerza en su propia casa… pero con el bálsamo de poder
culpar “a la otra parte del partido”. Cuando en una agrupación se habla de
“reflexión profunda” suele ser para tirar a la cabeza esa reflexión a los que
han marginado a quienes lo dicen, y es más que notorio que la alcaldesa no es
de la cuerda de Caballero y que este momento es óptimo para intentar
recuperarse de la destrucción del llamado “besteirismo”. Una victoria de
Gonzalo Caballero reforzaría seriamente a esa parte del partido, pero la
derrota da alas a quienes fueron vapuleados internamente en su momento.
Algo parecido le pasa a Ciudadanos. Olga Louzao ha sido leal
a sus siglas y ha hecho campaña, pero es más que evidente que no comulga
ciegamente con la nueva línea naranja. Ella apoyaba a los “rebeldes” que
pretendían refundar Ciudadanos, devolviéndolo a sus principios… y que se
ahogaron frente a una Inés Arrimadas casi nombrada heredera por Albert Rivera,
algo imposible de superar internamente. El fracaso estrepitoso de la línea
oficial en Galicia le abre la puerta a los críticos para darle una vuelta desde
dentro a la agrupación, intentando evitar que siga los más que probables pasos
de UPyD, convirtiéndose en una fuerza residual y anecdótica.
Sobre las demás agrupaciones, incluidas las que han
protagonizado los dos fracasos más sonoros y aplaudidos (Podemos y Vox) no hay
mucho que decir, ya que en Lugo tampoco es que tengan gran arraigo. Los
primeros vivieron de rentas nacionales, que no supieron transformar por méritos
propios y ahora pagan las contradicciones y vaivenes de sus líderes de Madrid. Vox
por su parte ni está ni se le espera, lo que nos hace suspirar aliviadas a
muchísimas personas.
En resumen, de entre los cuatro partidos con representación
municipal ni los perdedores han perdido tanto, ni los ganadores han ganado
tanto desde el punto de vista local. Quizá debieran analizar con seriedad y objetividad
lo que pasó el domingo. Tres años es una eternidad en política, y más con la
que se nos viene encima, pero los debates son positivos y nunca es pronto para
corregir rumbos.
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