miércoles, 17 de agosto de 2011

Libertad bidireccional

logo_jmj_madrid_2011 Hay que ver la que puede liar un señor mayor. Viene el Papa a España y tiene movilizado a todo el país, tanto a los que apoyan su visita, van a ella o hacen negocio vendiendo rosarios como a los que, indignados ellos, desde que se levantan hasta que se acuestan están todo el día dándole vueltas al tema. Es curioso ver que la gente “progre”, que normalmente cuelga en Facebook (van dos día seguidos que hablo del Facebook, parece que me paguen) fotos de sus vacaciones en paraísos exóticos o sus “findes” en las estaciones de esquí, se está movilizando para torpedear la visita del Papa a España. Tiene el mérito el señor Papa, que allá a donde va levanta pasiones, por lo que veo. Con Juan Pablo II no se armaban estos circos. Es más, todo este revuelo ha conseguido que si pones en Google “Madrid 2011” sólo te salgan cosas de la visita.

Tengo que reconocer que a mi la visita del Papa me resbala bastante. No estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que dice la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, que creo que hace muchísimo que perdió el norte. La Biblia se ha convertido en un arma arrojadiza contra todo aquello a lo que la Iglesia tiene miedo, usando a veces el argumento de “es que lo dice la Biblia” y otros, cuando les interesa, el de “es que no hay que tomárselo literalmente, es una metáfora” o “hay que tener en cuenta la época en que se escribió”. Las tradiciones, muchas muy bonitas y otras no tanto, se han convertido en un abismo que separa cada vez más a la Iglesia de una Sociedad más abierta, tolerante y libre de lo que era hace no demasiados años.

Pero me estoy desviando del tema y no me pretendo poner teológico. A lo que voy es a que la Iglesia no me cae bien, lo reconozco, y la imagen del Papa no ayuda. Ya he tratado el tema de la relación Iglesia-Estado en otro artículo del blog, que hablaba de la visita anterior del Papa a Santiago y Barcelona. Pero que a mi no me guste la Iglesia no quiere decir que me parezca mal que venga su representante a España. Si quiere venir, bienvenido sea, aunque yo no voy a ir a verlo.

Ya, ya lo sé, no hace falta que me digan nada. “Es que cuesta mucho dinero”. Es cierto, cuesta un pastón de dinero público a pesar de que la organización se autofinancie. Hay que pagar la policía (aunque nunca he entendido que se compute este gasto en este tipo de cosas, ¿si no viniera el Papa no les pagarían el sueldo?), los descuentos del metro, y todas las demás actuaciones que no son gratis. Pero si se gasta dinero para lo mismo en, por ejemplo, la manifestación del orgullo gay, un concierto de U2 o la protestas del 15-M, ¿alguien puede sostener que este acto no merece un trato similar? El gasto aumenta porque en vez de 100.000 personas se calcula que vendrán más de 1.000.000, y claro, eso cuesta más.

Mi defensa férrea de la visita del Papa no es como católico, ni como fiel, que no lo soy, ni siquiera como persona espiritual. Es una defensa como demócrata, como persona que piensa firmemente que la libertad ha de englobar tanto a lo que me gusta como lo que no, con unos límites claro. No defiendo, por ejemplo, que se reciba con honores de Estado a genocidas (lo que se ha hecho), con quienes creo que, como mínimo, hay que cortar relaciones diplomáticas, aunque tengan petróleo en sus dictaduras.

Dijo Orwell que "si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír". La libertad es bidireccional, no funciona únicamente de izquierda a derecha, o de liberal a conservador. También va al revés. Disfrutar de la libertad implica pagar un peaje, que es el de que tendrás que soportar escuchar gritar a alguien contra lo que tú has defendido toda tu vida, y tendrás que respetarlo y aplaudir, no lo que dice, sino que pueda decirlo.

En España ya no es que exista un doble rasero, es que da la impresión de que tengamos el dudoso honor de ser el único país del planeta que tiene un rasero por habitante. Si nos ponemos a debatir quién tiene derecho a ser escuchado y quién no, vamos de cráneo.

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