viernes, 31 de mayo de 2013

La lengua de los presidentes

España tiene un complejo de inferioridad no sólo de difícil justificación, sino de imposible comprensión para mí, en un tema clave: el idioma. 

Sin ir más lejos, hay un cachondeo generalizado sobre las limitadas capacidades lingüísticas de nuestros presidentes, tanto regionales como nacionales, a la hora de hablar inglés, francés, alemán... A veces la guasa tiene justificación en las formas de hablar, como cuando Aznar dijo aquello de “estamos trabajando en ello” con acento de no se sabe dónde después de una reunión más bien corta con tejanos (me refiero a ciudadanos de Texas -Tejas-, no al pantalón), pero entiendo la ridiculez del acento, nada más. Al menos hablaba en castellano.

No entiendo dónde está el problema en que el Presidente del Gobierno de España no hable inglés, sobre todo cuando nuestro idioma es el más hablado del mundo después del chino mandarín. Más de 435 millones de personas hablan castellano como lengua materna, y cerca de cien millones más lo tienen como segundo idioma.

Presidir un Gobierno no es dirigir la Escuela de traducción e interpretación, y tengo mis serias dudas de que en cualquier otro país del mundo se ponga verde a sus dirigentes por conocer mal los idiomas ajenos. ¿Por qué el jefe del gobierno español tiene que hablar con el del francés, el alemán, el italiano o el inglés en sus idiomas y no ellos en el nuestro? ¿Qué trauma colectivo tenemos para decidir que la lengua más extendida del mundo no es la idónea para comunicarnos fuera de nuestras fronteras? Lo he dicho bien, el más extendido, que el chino como lengua materna lo hablan sólo en China, y ni siquiera en toda, mientras que el español es idioma principal en gran cantidad de países.

Cuando un español va a Italia no intenta chapurrear italiano, sino inglés. Ni siquiera nos percatamos de que el español es muchísimo más parecido al italiano que la lengua de Shakespeare, así que es mejor hablar buen castellano que mal inglés para entendernos en la tierra de Dante.

Tenemos que recuperar el orgullo de lo nuestro, y olvidarnos de esas campañas que, por razones personales en unos casos, políticas en otros, y económicas en muchísimos más, dinamitan desde dentro la idea de que en España también hay grandes cosas. El castellano es una de ellas.

Y, por favor, no se me ponga nadie nacionalista, que no estoy defendiendo nada de fronteras para adentro, estoy hablando de nuestro problema colectivo con los idiomas extranjeros. De lo otro si quieren hablamos otro día, y analizamos si Galicia puede tomar como propio el idioma en que Rosalía de Castro escribió “En las orillas del Sar” o era una víctima del “auto-odio”.

Si hay que cachondearse de cómo hablan nuestros representantes yo me apunto el primero, pero cuando hablan en castellano. A veces dicen unas cosas… y no me refiero al contenido sino a la forma de expresarse, a la incorrección lingüística, a la falta de respeto a la más elemental construcción gramatical. Esos “los ciudadanos y ciudadanas”, la introducción del lenguaje “políticamente correcto”, junto a los torpedos lanzados a la línea de flotación de la estructura de nuestro idioma por simple incultura y poco hábito de leer… Eso sí es dañino, y no que no sepan leer Hamlet en su idioma original.

Pero no leemos ningún artículo diciendo “fíjense que el Presidente ha dicho ‘me voy reunir’ en lugar de ‘me voy a reunir’”, para empezar porque a veces en la prensa no es que se utilice tampoco un castellano muy pulido.

Si queremos que se nos tome en serio en el mundo tenemos que empezar por hacerlo nosotros mismos. ¿Imaginan una campaña contra Cameron porque sólo habla inglés? ¿O contra Merkel porque sólo habla alemán? Yo no, y no sólo no la imagino sino que no me extraña que no exista.

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