Galicia Calidade es un sello que se creó con muy buenas intenciones, pero que no sé hasta qué punto nos permite distinguir el trigo de la paja.
El problema no es la idea en sí, que me parece muy buena, sino su implantación, ya que no nos garantiza más que la calidad (que no es poco) ya que permite que los productos con dicho sello no sean gallegos, ya que son susceptibles de usar esa marca los productos que se “produzan, elaboren ou transformen no territorio galego”. Es decir, cualquier cosa que pise territorio gallego.
No sé cómo funciona ahora, imagino que mejor, pero hace años había preguntado yo por el tema y me vinieron a contestar que con pagar las tasas (bastante elevadas en su día según creo recordar) y cumplir unos mínimos bastante mínimos ya estaba. Imagino que ahora serán más serios, o más que imaginarlo lo espero.
Con el problema de los ganaderos una de las salidas obvias sería la de garantizar que su producción es vendida como tal, como leche de Galicia, porque es evidente que la calidad de los productos de nuestra tierra es dada por sentada por el mundo adelante. Un centollo pescado en aguas de la asturiana Tapia de Casariego probablemente sepa exactamente igual que uno de Ribadeo, pero el “marisco gallego” se vende mejor porque en general es excepcional, lo que parece una contradicción en sí misma pero en este caso no lo es.
Si mañana vamos al supermercado y vemos leche gallega, con el sello de Galicia Calidade, podemos creer que es una garantía de que las vaquitas que han ordeñado para producir esa leche, la transportista y la envasadora son gallegas y que si metemos ahí nuestro dinero compramos un producto de calidad y ayudamos a nuestros ganaderos. Pero no necesariamente es así. Puede ser que esa leche venga de Francia o de Holanda, porque el sello sólo garantiza una calidad (que no seamos exagerados, también hay leche buena fuera de nuestra tierra) y que ha sido tratada en Galicia, por ejemplo envasada.
Puede parecer que estoy pidiendo un sello nacionalista de “produto da casa”, nada más lejos, pero me parece que sí es importante tener información. Luego decide el consumidor, aunque me temo que toda esa solidaridad con los ganaderos se diluye rápidamente en el carrito del supermercado si la leche que está de oferta es húngara y envasada a las afueras de Salzburgo.
Nos hablan de la trazabilidad, y nos llenan los envases de etiquetas y distintivos para que sepamos tantas cosas que al final no sabemos ninguna. El exceso de información es tan grave como la carencia de la misma, porque si metes datos importantes en listados larguísimos de cosas irrelevantes haces que se diluyan. De eso estamos hablando.
Quizás deberían ser nuestros ganaderos los que, unidos, creen algún tipo de distintivo que nos diga a dónde va la leche de sus vacas, incluso un informe anual que explique quién se la compra y a qué precio, pero ese “striptease” económico es poco habitual en nuestra tierra y no sé hasta qué punto cuajaría este tipo de iniciativas.
Obviamente los problemas complejos no tienen soluciones sencillas.
El problema no es la idea en sí, que me parece muy buena, sino su implantación, ya que no nos garantiza más que la calidad (que no es poco) ya que permite que los productos con dicho sello no sean gallegos, ya que son susceptibles de usar esa marca los productos que se “produzan, elaboren ou transformen no territorio galego”. Es decir, cualquier cosa que pise territorio gallego.
No sé cómo funciona ahora, imagino que mejor, pero hace años había preguntado yo por el tema y me vinieron a contestar que con pagar las tasas (bastante elevadas en su día según creo recordar) y cumplir unos mínimos bastante mínimos ya estaba. Imagino que ahora serán más serios, o más que imaginarlo lo espero.
Percebazos gallegos en el Verruga |
Con el problema de los ganaderos una de las salidas obvias sería la de garantizar que su producción es vendida como tal, como leche de Galicia, porque es evidente que la calidad de los productos de nuestra tierra es dada por sentada por el mundo adelante. Un centollo pescado en aguas de la asturiana Tapia de Casariego probablemente sepa exactamente igual que uno de Ribadeo, pero el “marisco gallego” se vende mejor porque en general es excepcional, lo que parece una contradicción en sí misma pero en este caso no lo es.
Si mañana vamos al supermercado y vemos leche gallega, con el sello de Galicia Calidade, podemos creer que es una garantía de que las vaquitas que han ordeñado para producir esa leche, la transportista y la envasadora son gallegas y que si metemos ahí nuestro dinero compramos un producto de calidad y ayudamos a nuestros ganaderos. Pero no necesariamente es así. Puede ser que esa leche venga de Francia o de Holanda, porque el sello sólo garantiza una calidad (que no seamos exagerados, también hay leche buena fuera de nuestra tierra) y que ha sido tratada en Galicia, por ejemplo envasada.
Puede parecer que estoy pidiendo un sello nacionalista de “produto da casa”, nada más lejos, pero me parece que sí es importante tener información. Luego decide el consumidor, aunque me temo que toda esa solidaridad con los ganaderos se diluye rápidamente en el carrito del supermercado si la leche que está de oferta es húngara y envasada a las afueras de Salzburgo.
Nos hablan de la trazabilidad, y nos llenan los envases de etiquetas y distintivos para que sepamos tantas cosas que al final no sabemos ninguna. El exceso de información es tan grave como la carencia de la misma, porque si metes datos importantes en listados larguísimos de cosas irrelevantes haces que se diluyan. De eso estamos hablando.
Quizás deberían ser nuestros ganaderos los que, unidos, creen algún tipo de distintivo que nos diga a dónde va la leche de sus vacas, incluso un informe anual que explique quién se la compra y a qué precio, pero ese “striptease” económico es poco habitual en nuestra tierra y no sé hasta qué punto cuajaría este tipo de iniciativas.
Obviamente los problemas complejos no tienen soluciones sencillas.
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