lunes, 21 de septiembre de 2015

Baloncesto

Que los deportes no son lo mío se sabe en cuanto escribo sobre algo que implique un balón, una cancha, un campo de algo o un palo con el que golpear cualquier elemento en juego, pero tras la victoria de ayer de España en el Eurobasket algo habrá que decir, así que empezaremos por un “enhorabuena” que es más que merecido.

El baloncesto y yo teníamos puntos para ser amigos, y si no fuera por mi alergia a todo lo que implique deporte, probablemente mis pasos irían hacia ahí por vinculación familiar. No en vano mi padrino es Alfredo Pérez, un jugador del Breogán de los años 70 que, sin ver demasiado bien, encestaba como un loco y que era una leyenda local en este deporte.

Mi padre fue árbitro de baloncesto en tiempos, hasta que una lesión le hizo abandonar su carrera deportiva, y aun hoy mantiene vínculos con compañeros de la época, pero esto tampoco ha servido para acercarme a ese deporte. Tampoco la pasión que tiene mi madre con el Breogán o la que tenía mi abuela Emilia, que durante muchísimos años bajó a ver los partidos hasta que dejó de ir, pero no por aburrimiento sino porque se ponía demasiado nerviosa. Ya ven.

También se me podría haber pegado algo todos aquellos sábados que me obligaban a bajar a ver al Breogán al pabellón viejo, por aquello de no dejarme solo en casa (una cuestión de elemental prudencia, conociéndome de niño), pero estuve más tiempo pegado a la maquinita de marcianos que había en el bar y mirando por aquellas cristaleras irregulares hacia el río que viendo los partidos. Eso sí, a ratos veía los partidos en la época de Manel Sánchez o Tito Díaz, inolvidables jugadores locales que eran héroes de la ciudad al estilo de María Castaña.

Incluso una persona de mi familia se hizo famosa por tirar una bota a la pista del antiguo pabellón en protesta por un arbitraje más que cuestionable, acción que hizo que no volviera a bajar al Breogán desde aquella.

A pesar de todo esto, he de decirles que el baloncesto no me vuelve loco porque el deporte en general me aburre, aunque también es cierto que el de la cancha me resulta mucho más entretenido que cualquier otro juego que he visto. Eso de que en cuatro o cinco minutos una diferencia de diez puntos pueda desaparecer tiene un morbo y un interés que el fútbol no puede conseguir porque te tiras hora y media para ver, con suerte, un gol o dos. Si no entiendes lo que ves, como es mi caso, es un coñazo, mientras que el baloncesto es muchísimo más movidito y entretiene más.

¡Qué tiempos aquellos los del Gigantes, y las colecciones de cromos de baloncesto! Hubo un momento que hasta parecía que podría convertirse en el sustituto del todopoderoso fútbol, aunque ya se encargó nuestra conservadora sociedad de superar esa momentánea crisis de identidad patria.

Gasol - Foto: El País
Que un catalán como Pau Gasol haya sido el protagonista de que España alcanzara la victoria y recibiera esa espantosa copa (por Dios, ¿esa cosa es el premio por ser campeones de Europa? Pues a saber qué le dan al segundo…) tiene su lectura política a día de hoy, con la que está cayendo por la zona, pero mejor verlo como una metáfora: España sin el catalán casi seguro que no sería campeona de Europa… y el catalán sin la selección española tampoco.

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