¡Basta ya!, el grito que nació del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco |
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se ha negado a hacer un homenaje específico al concejal Miguel Ángel Blanco en el 20 aniversario de su asesinato por ETA con el argumento de que sería un desprecio a las demás víctimas de la banda terrorista. Me parece un argumento válido y razonable, pero poco creíble.
La cuenta atrás de ETA que rompió toda baraja posible |
Recientemente el mismo ayuntamiento, con su alcaldesa a la cabeza, descubrió una placa en recuerdo de Jorge Semprún, intelectual con un pasado apasionante que le llevó desde la resistencia contra los nazis hasta la vida clandestina en el franquismo… como otros españoles que no tienen placa. ¿Aquí no hay desprecio hacia los demás represaliados? ¿No hay comparaciones odiosas? ¿No hay ese favoritismo del que acusa indirectamente a los promotores del homenaje de Miguel Ángel Blanco?
Se podría decir que Semprún fue ministro en la época de Felipe González y que eso da más caché a su pasado, que lo destaca sobre las demás víctimas del franquismo para ser merecedor de esa placa por haber tenido un cargo, pero no creo que nadie dude que para la historia de este país la figura de Miguel Ángel Blanco ha sido más relevante que la de Semprún, por importante que éste fuera.
Hacer un homenaje a Miguel Ángel Blanco no puede ser considerado como un desprecio a nadie más igual que realizar un recordatorio de cualquier víctima de los nazis, del comunismo soviético, de la dictadura china, del franquismo, del castrismo o de cualquier otra forma de totalitarismo asesino no supone un menosprecio del resto de asesinados.
Ana Frank |
Ana Frank se hizo famosa por escribir un diario en que relataba sus experiencias en la época nazi. Hablar de esa obra no es menosprecio alguno a las demás personas que perdieron su vida en la barbarie alemana, e incluso la posibilidad de que la tal Ana no existiera (se duda de si es una persona real o una figura literaria) es irrelevante porque el homenaje no es a ella sino a un sentimiento, a una resistencia, a una forma de sufrir en este caso.
De las muchas víctimas de ETA probablemente Blanco es la más recordada, para su desgracia, con nombre, apellidos e incluso cara y no porque fuera un concejal del PP, cuestión anecdótica, sino porque se nos sometió a todos a una terrible cuenta atrás. La reacción de millones de españoles manifestándose en la calle con nuestras manos blancas y nuestro ¡basta ya!, el hartazgo y la rabia que cristalizaron con la cruel agonía del chaval, la gota de agua que acabó con la paciencia de este país son dignos de rememorarse.
En realidad el homenaje a Miguel Ángel Blanco no es a Miguel Ángel Blanco sino a un momento de cambio, a un punto de inflexión en que este país decidió pasar del temor a la ira. No salimos a la calle porque fuera amigo o conocido, ya que la mayoría ni siquiera sabíamos quién era hasta su secuestro, lo hicimos porque de tanto tensarse la cuerda se rompió con él como se podía haber roto con otro. Supongo que a él y a sus amigos y familiares les habría encantado que no le hubiera tocado y no ser lamentablemente un símbolo de la resistencia ciudadana contra ETA como Ana Frank lo fue contra el nazismo.
Todo esto tiene un tufo político repugnante, y si Blanco hubiera sido concejal de cualquier otro grupo político me parece que no habría problema alguno en hacerle un homenaje. Aunque seamos bien pensados, el Ayuntamiento de Madrid puede opinar que un homenaje a Blanco es un desprecio a las demás víctimas, sí… pero entonces que se abstengan de hacer homenajes a nadie más porque siempre habrá quien se pueda sentir menospreciado. Lamentablemente siempre hay más víctimas que las recordadas.
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