jueves, 1 de agosto de 2019

Los autónomos no son ladrones, son héroes



La mal disimulada acusación que los técnicos de Hacienda han hecho sobre los autónomos es un insulto intolerable. Claro que habrá chorizos y defraudadores entre los autónomos, igual que entre empleados, funcionarios, políticos o cualquier otro sector, pero generalizar de esa forma es una indignidad que no puede quedar sin respuesta. No porque vayan a leer este artículo en el Consejo de Ministros, sino porque nuestros convecinos de Lugo han de conocer la dura lucha que supone mantener un pequeño negocio a flote a día de hoy.

Lo primero que tenemos que entender es que para tener un beneficio neto de 1000 euros al mes, un autónomo tiene que facturar entre 1.400 y 1.900 euros solo para pagar los impuestos. A eso hay que sumar los gastos de sostenimiento del negocio si necesita un local, que le genera los correspondientes costes de alquiler, luz, agua y demás, es decir, que hablamos solo de IVA e IRPF. Ya si tiene empleados ni les cuento.

Ser autónomo hoy día o tener un negocio local entra en la categoría de heroísmo, y normalmente no es solo por la dura competencia de las grandes plataformas de Internet, que son el monstruo que ha sustituido a los centros comerciales en las pesadillas del pequeño comercio, sino por la Administración. La burocracia es un agujero negro que digiere todos los recursos que puede, y encima para malgastar una parte importantísima de los mismos en patochadas como trasladar una estación de autobuses a un sitio peor ubicado, en construir un barrio nuevo en una ciudad con 12.000 viviendas vacías o en poner aeropuertos donde no hacen falta.

Cualquiera que tenga una inquietud emprendedora ve que es mucho más preocupante la parte que atañe a la administración que el propio hecho de atraer clientes, y eso es terrible porque la consecuencia es desanimar a las nuevas generaciones a montar sus negocios. Es más cómodo y menos problemático depender de otros o incluso intentar vivir de ayudas públicas que enfrentarse a la maraña burocrática que parece diseñada para poner zancadillas a quienes generan riqueza.

Otros países tienen cuotas flexibles o incluso carecen de ellas y cobran sus impuestos de los ingresos obtenidos, que es lo lógico. Ese es el camino, y no acusar de ladrones a quienes cobran menos que sus empleados porque sus cuentas no les dan para más, mediante una indigna e inaceptable denuncia basada en la ignorancia, los prejuicios y la más absoluta falta de empatía hacia quienes, no lo olviden, pagan sus salarios.

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