lunes, 19 de agosto de 2019

Bendito móvil (hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad)


Sí, hay dependencia del móvil, pero la culpa es nuestra.
Cada vez detecto una mayor tendencia a demonizar la tecnología. Lo de la “esclavitud del móvil” es una realidad, pero quizá no se trate tanto del medio sino del uso que hacemos de él. A mí también me pone nervioso ver en los conciertos a la gente mirando a la pantalla de su móvil en vez de al escenario, pero eso es como el que usa el coche para hacer carreras por la Ronda de la Muralla (ya saben de qué hablo), el problema no es la herramienta sino su forma de utilizarla.

Este fin de semana, por motivos familiares, tuve que ir a Madrid el sábado y volver a Lugo el domingo, y ahí es cuando te das cuenta de lo mucho que hemos evolucionado con la tecnología en ciertas cosas.

Estaba en Foz el sábado por la mañana cuando supe que tenía que irme y no quería llevar el coche salvo para el trayecto Foz-Lugo porque era una paliza de conducir así que recurrí al móvil para ver qué posibilidades tenía.

Para el viaje de ida ya no había autobuses ni trenes (salvo el tren nocturno, por el que te cobran más que ir y volver en el ALSA y encima vas en litera compartiendo compartimento con desconocidos) así que recurrí al Blablacar, una aplicación que solo había usado como conductor. Vencida la resistencia que produce eso de meterte en un coche que guía un desconocido (a lo que ayudan los comentarios de otros usuarios, por lo que es siempre interesante dejar una opinión en estas cosas para los demás) la verdad es que es una forma cómoda de viajar.

Blablacar, una forma de compartir coche de forma sencilla y rápida. Fíjense en los comentarios siempre... eso ayuda.

Tras dormir en Madrid (lo que también solventé mediante el móvil), está el tema de cómo desplazarse en la capital del reino. Tiene un sistema de transporte público maravilloso, probablemente de los mejores del mundo, pero reconozco que yo me entiendo mejor con el Metro que con los autobuses urbanos de allí porque me resulta más sencillo… y a donde iba no había Metro. De nuevo la tecnología corrió en mi ayuda. Me bajé una aplicación para alquilar motos eléctricas que hay por todas partes en la ciudad, y con el propio teléfono la desbloqueas, la coges y la dejas donde quieras. Funciona como el sistema de préstamo de las bicicletas de las que les hablé hace tiempo de Budapest (pero con la ventaja de que aquí no hay “bases” así que tienes más libertad de acción) o como los patinetes eléctricos esos que hay ahora en las grandes ciudades… una maravilla.

Te coges tu moto eléctrica, te vas a donde quieras, la dejas y te contabiliza el tiempo usado. En una moto de esas cruzar Madrid te lleva 20 minutos y te cobran 25 céntimos por minuto… más caro que el Metro, por supuesto, pero muchísimo más baratas que otras opciones como taxi o Uber y encima con la tranquilidad de ir disfrutando del trayecto por libre.

Las motos eléctricas, una forma comodísima de moverse por Madrid.
Además no tienes tantos problemas para aparcarlas como los coches que siguen el mismo sistema.

Una vez hice lo que tenía que hacer (a lo que fui, quiero decir) me volví en el autobús. Había reservado un billete para el de las 18:30, pero como acabé antes de lo que pensaba pude cambiarlo, también desde el móvil, para las 16:45 y a las once de la noche estaba en casa.

El bus, a día de hoy, sigue ofreciendo más alternativas y a mejor precio que el tren en Lugo.

La evolución técnica no es mala, malo puede ser el uso que hacemos de ella. Un amigo me pasó un artículo hace poco en que se habla de cómo “desintoxicarse” de la dependencia tecnológica y creo que contiene grandes verdades aunque no comparto la receta final. Habla, por ejemplo, de volver a usar las cámaras de carrete para centrarte en el momento de hacer cada foto. Tengo amigos que captan imágenes espectaculares, cuidadas y muy buenas con su móvil (de hecho mi marido hace unas fotos preciosas para las que yo no tengo paciencia) y no necesitan pensar que solo tienen 24 disparos. Es cuestión de centrarse.

Hoy se pueden hacer cosas desde el teléfono que hace unos años casi no solventábamos ni en persona, todo tiene sus ventajas, y como diría don Hilarión, “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”.

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