jueves, 29 de agosto de 2019

Cuando éramos dueños del Paraíso

Playa de las Catedrales en los años 70 - Carlos Valcárcel
Permitan que ponga la foto en gran tamaño, es tan bonita que no admite reducciones
Viendo una de las extraordinarias fotografías con que Carlos Valcárcel nos obsequia frecuentemente en su perfil de Facebook, cuyo motivo es la Playa de las Catedrales en los años 70, me vienen recuerdos de una época que, al menos en eso, era mejor. La imagen de que les hablo es en blanco y negro y, por un capricho de la mente, también lo son mis recuerdos de esa playa a comienzos de los años 90 que era cuando empecé a ir regularmente.
Tenía 16 años cuando empezamos a ir en verano a Foz, y no era raro que cogiéramos el coche para pasar el día a Las Catedrales, o mejor dicho la parte del día que te permitían las mareas. Mis amigos, extrañados, me preguntaban cosas como: “¿Y a qué váis a esa playa, con lo incómoda que es, que cuando sube la marea hay que marcharse?” o “Pues no sé, es curiosa, pero tampoco es para tanto”.
Hoy sorprenderá esa actitud, pero era casi unánime. De hecho tengo fotos de esos días de playa en que estábamos solos en Las Catedrales en pleno agosto. Un lujo que hoy es impensable, ya que los miles de turistas que abarrotan el arenal todos los días, organizados convenientemente en rebaños guiados para no perderse ningún punto clave de la playa, impiden que se use para algo que no sea la foto, y ni siquiera una foto como la de Carlos.
Nunca me ha gustado aquella frase de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Es cierto que tendemos a teñir de buen color los recuerdos que tenemos de la niñez, aunque no siempre se corresponde esto con la realidad. Sin embargo en esta ocasión probablemente la memoria no me engaña y sí, era mejor cuando íbamos a Las Catedrales y estábamos solos.
Hoy la disfruta mucha más gente, pero no es lo mismo cantidad que calidad. Lo de hoy es más democrático, más lucrativo, más moderno y lo que ustedes quieran, pero no puedo evitar echar de menos aquellas tardes de verano en que no sentíamos dueños, al menos por un ratito, del Paraíso.

Las catedrales un día cualquiera de verano


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