El Belén Electrónico de Begonte señala el comienzo de la Navidad desde 1972 |
Se acabó la Navidad, y este extraño año se ha llevado también por delante una de las costumbres navideñas que desde pequeño he hecho casi todos los años: la de visitar el Belén electrónico de Begonte. Soy uno de los 40.000 asiduos visitantes que cada diciembre se acerca a nuestro municipio vecino a disfrutar de su compleja sencillez (sí, soy consciente del oxímoron). Supongo que todos ustedes lo conocen, pero si no es el caso este año tendrán que quedarse con las ganas porque como les decía lamentablemente el Coronavirus nos ha robado también esta buena tradición, si bien pueden verlo en la web www.belendebegonte.es, en un vídeo narrado en gallego y castellano por Julio Giz y en inglés por Carlos Rodríguez Otero.
El Belén fue una iniciativa llevada a cabo en 1972 por el párroco José Domínguez Guizán y el artesano José Rodríguez Varela. En 2014 recibió la declaración de fiesta de interés turístico por parte de la Xunta de Galicia, lo que nos da idea de la trascendencia de esta instalación en lo que a la cultura y la tradición se refiere. Hablamos de una época en que en casi todas las casas se ponía un Nacimiento, con mayor o menor detalle. Recuerdo que nosotros lo hacíamos en años alternos (el otro montábamos el Scalextric, que las dos cosas no cabían). Íbamos a por musgo al Miño (hoy algo totalmente prohibido) y hacíamos el río con papel de aluminio. Teníamos figuras como para montar un mercadillo (me vienen a la particularmente una familia de ocas que me hacían mucha gracia) pero aun así estábamos deseando ir a ver el Belén electrónico de Begonte.
Hay que decir que lo de “electrónico” tiene unas connotaciones hoy día muy distantes de las que se refieren a esta instalación. En 2021 nos esperamos láseres, hologramas y efectos especiales dignos de una película de ciencia ficción, pero en Begonte no encontramos nada de eso… afortunadamente. Es, recordemos, una creación de principios de los años 70, constantemente mejorada y ampliada, pero que jamás ha cometido el error de dar el salto a lo digital en sus figuras y que sigue teniendo el encanto “vintage” que lo caracterizó desde el principio. Esa permanencia en el tiempo hace que cuando lo visitas y te sientas en casa, en un entorno familiar de una fecha significativa.
Podrán pensar que al no tener chismes actuales llenos de luces chillonas a los niños les podría parecer un coñazo, porque como ahora hay que “estimularlos” continuamente todo lo que no les sitúe al borde de un ataque epiléptico parece que les tiene que aburrir. Nada más lejos. He ido con mis sobrinas cuando eran pequeñas y la cara de asombro que ponían con cada detalle, con cada figura, con cada lucecita… era mucho mayor que la que pudieran verles en instalaciones más “modernas”. Precisamente para ellas lo novedoso es lo antiguo, algo que muchas veces los adultos olvidamos por esa manía que en ocasiones tenemos de desechar cosas buenas para sustituirlas por vulgaridades más “modernas”.
Las instalaciones son modestas pero funcionales. Se han centrado en el Belén que es lo que importa. En la sala en que está instalado hay unas bancadas de asientos para el público, que mi memoria calcula en unas 20 o 30 personas por sesión. Al entrar te sientas (los niños en primera fila) y comienza el espectáculo.
Nos presentan un precioso y detalladísimo pueblo, que podría ser perfectamente de la Galicia de los años 50 o 60, pero que nuestra imaginación lleva al Belén del nacimiento de Cristo. Ves las figuras móviles, el fuego bajo las ollas, los carpinteros aserrando troncos, los pescadores sacando peces del agua, los molinos girando, la matanza de un cerdo, el río fluyendo, la gente haciendo sus tareas, las lavanderas tendiendo la ropa, los pastores cuidando el ganado, las mallas, los alfareros, herreros, zoqueiros, los soldados de Herodes patrullando su castillo… y poco a poco anochece. Todo se paraliza. Llegan las estrellas, hay una nevada, una tormenta… recuerdo que de pequeño casi me asustaba de lo bien hecha que estaba…
Vuelve el día y con él la actividad, y desde tierras lejanas aparecen tres camellos con tres reyes que se dirigen al Portal, donde una luz nos indica que algo está pasando. Es la historia bíblica del nacimiento de Cristo explicada con un ingenio mecánico que tiene una hermosa hechura por sí mismo, pero que a muchos además nos transporta a la infancia, a esa época en que no teníamos preocupaciones y todo era más sencillo.
Si tienen niños en casa, háganles un favor, y apunten llevarlos en la próxima Navidad. Se lo agradecerán.
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