jueves, 28 de enero de 2021

El otro horror dentro de la pandemia



Cuando pensamos en encerrarnos en casa y pasar más tiempo sin pisar la calle, lo que se viene llamando “autoconfinamiento”, vemos que para muchos es una molestia, para otros no tanto… pero creo que la mayoría olvidamos que para un colectivo es una tortura. Hablamos de las personas sometidas a maltrato por parte, habitualmente, de sus parejas. La asociación Sí, hai saída, llamó ayer la atención sobre este asunto, y la verdad es que es una situación terrorífica que probablemente pase más desapercibida de lo que debiera, hasta que pasa algo gordo, que entonces las letras de los titulares son enormes.

El confinamiento es el escenario perfecto para el maltrato. En esa situación la persona sometida a maltrato no sólo tiene menos posibilidades de salir a la calle para tener un respiro, sino que se ve obligada a pasar cada vez más tiempo con quien le hace la vida imposible. Si normalmente el dominio era algo “de puertas adentro” y salir era un forma de escapatoria aunque fuera provisional, ahora el drama se ve reforzado por las horas que la ley te marca que has de estar en tu casa.

Intentar trazar un perfil de la persona maltratada es una pérdida de tiempo. Hay gente rica y pobre, fea y guapa, inteligente y tonta… así que no se crean que es tan sencillo encasillar a quien está pasando por un calvario que, encima, en muchas ocasiones intenta disimular. ¿Por qué lo hace? Yo que sé, supongo que por una inexplicable vergüenza o por ese maldito síndrome de Estocolmo… Tal vez por el qué dirán, quizá por una (en mi modesta opinión) errada intención de proteger a unos hijos a los que en realidad está condenando a vivir en un infierno continuado, o en ocasiones por algo tan materialista como la falta de medios económicos para poder salir adelante en solitario.

Este tema está sobre la mesa día sí y día también, pero a veces olvidamos que todas y cada una de las facetas de la vida que a nosotros nos afectan de determinada manera, a estas personas les puede suponer la diferencia entre la cordura y la locura, la tranquilidad o el pánico… y en casos más extremos entre la vida y la muerte.

Tiene que ser terrible llegar a casa y, lo que debería ser tu refugio y el lugar donde te sientes más seguro y con la persona a la que más quieres, sea en realidad tu cárcel, compartiendo el techo y la cama con quien te destroza la existencia y la ilusión de vivir. No me puedo imaginar lo que es eso.

Pues ahora imaginen que ni siquiera pueden salir… ¿Ha habido refuerzos para detectar estas situaciones? ¿Sabrían a dónde dirigirse? Pues sobre eso habla Sí, hai saída así que al menos ya saben a dónde llamar. A gente que ha pasado por eso y que cuenta con todo tipo de profesionales: psicólogos, abogados… que le podrán echar una mano.

Datos de la Asociación Sí, hai Saída:
Teléfono: 662 537 825
Correo electrónico: asociacionsihaysaida@gmail.com

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