martes, 2 de marzo de 2021

Lugo no es ecológico


Sacando las zarzas que salen a monte de los solares descuidados y el verdín que hay junto a los contenedores y los edificios públicos y privados abandonados, Lugo tiene de ecológico lo que yo de cura párroco. Y para muestra un botón.

En el año 2017 se inauguró la reurbanización de la calle Soto Freire, que para que nos situemos es la que está entre la estación de autobuses y la cárcel. La reforma, que se diseñó como una durísima calle de piedras y más piedras sin un triste banco en que sentarse un ratito, incluía siete árboles miserables, aunque hay que decir que todos lo son cuando se plantan. El problema es que de los siete sólo queda uno, y verán lo que dura.

Una vez más asistimos a esta estrategia de inauguración a bombo y platillo y olvido al día siguiente. Ni se repone lo que se rompe, ni se replanta lo que desaparece, ni se hacen las cosas con un mínimo sentido común.

Ahora resulta que el Ayuntamiento va a regalar cientos de árboles a quienes se apunten a una revista online que van a publicar (se ve que no le auguran un éxito excesivo y prueban la táctica de los coleccionables de RBA, a ver si así), pero no se les ha pasado por la cabeza utilizar seis de ellos para reponer los de esta calle, que es otro canto a la modernidad mal entendida del urbanismo lucense de las últimas dos décadas.

La antigua Calle San Marcos, que hoy podríamos llamar plaza, O Cantiño, el tramo peatonal de la Ronda entre Aguirre y Campo Castillo, el callejón de Santo Domingo, la nueva plaza de la Milagrosa, la propia calle Soto Freire… todo ello son desiertos de hormigón, duros, inhóspitos, fríos, desangelados… espacios que podrían haber sido rincones encantadores con árboles, pequeños jardines, césped… lo que uno ve cuando viaja un poco y se sorprende doblando una esquina de París y encontrándose con un pequeño jardín particular pero abierto al público, o un pequeño espacio de Florencia habilitado para que te puedas sentar a la sombra de un árbol y beber de una fuente. No hace falta siquiera complicarse tanto, son cosas sencillas, pedestres.

Pero parece que ese neopaletismo que impera en Lugo hace que se huya de todo lo natural, lo verde y se pirren por espacios hormigonados. Se nos vende una imagen de ecología, construyendo un barrio innecesario a espaldas de una ciudad en la que se escapa de cualquier rastro de naturaleza, cosa chocante donde las haya.

Y así seguimos, pasmados, viendo cómo ese único y triste árbol superviviente de la calle Soto Freire se ve acompañado por la única naturaleza del verdín que va trepando por los muros de la cárcel, ya que la falta de mantenimiento también afecta a eso.

Eso sí, damos conferencias por el mundo de lo ecológicos que somos. En fin…

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