lunes, 20 de febrero de 2012

La pancarta no ha muerto, estaba de parranda

Como liberal que soy siento una profunda desconfianza hacia la intervención estatal en casi todos los ámbitos. Mi máxima es “menos es más” en cuanto a que Papá Estado venga a dar la tabarra al ciudadano adulto y responsable que hace lo que le viene en gana precisamente porque es su libertad la que prima. También, por la misma razón, he defendido siempre la organización de la sociedad civil como contraposición al poder político, cosa que en España no se acaba de comprender muy bien, ya que estamos acostumbrados a que cualquier asociación de dos o más personas automáticamente cojee de un pie político y sea una entidad “vinculada” a una u otra opción.

La Democracia es mucho más que ir a la urnas cada cuatro años; es mucho más que votar a un partido, a otro o a otro; es muchísimo más que elegir entre las pocas opciones que nos ofrecen. Vivir en Democracia es ser un ciudadano, no un simple número, consciente de nuestros derechos, nuestros privilegios… y nuestros deberes, claro, aunque esto último parece estar menos asumido por la generalidad del pueblo.

A pesar de esta entradilla, siento una profunda desconfianza hacia la representatividad de la pancarta. En esto pasa lo mismo que con el tema que tratamos el otro día, el de las sentencias judiciales, que uno confía en ellas siempre y cuando digan lo que nosotros queremos que digan. Con la pancarta parece que es parecido.

Este fin de semana los sindicatos salieron de su largo y subvencionado letargo zapateril, en que sólo se echaron a la calle por vergüenza torera cuando no quedó más remedio (eso sí, con la boca pequeña y, les recuerdo, protestando contra los empresarios y no contra el Gobierno amigo). Pero como decía la canción, la pancarta no ha muerto, estaba de parranda: ya gobierna el PP así que ya pueden dar rienda suelta a sus pasiones de gavilanes y lanzarse a sujetar consignas codo con codo con quienes hace tres meses estaban en un Gobierno que nos llevó o al menos colaboró activamente para llevarnos a la ruina.

PancartaCuando Rubalcaba habla de que el PP pretende desprestigiar a los sindicatos no cae en dos puntos fundamentales: el primero que dudo muchísimo que las organizaciones sindicales puedan caer aún más bajo de lo que están; y el segundo que está dando más votos aún a Rajoy (lo que puede incluso compensar los que pierda por las medidas impopulares que tome) porque si alguien cae mal en este país, incluso peor que los políticos, son los sindicalistas por aquello de traicionar a los suyos por un plato de lentejas, o más de 180.000 euros en lentejas, que no son moco de pavo.

Hablan de un millón y medio de personas en las manifestaciones. Eso quiere decir que más de cuarenta millones se han quedado en casa. Y que ni siquiera han ido a la calle todos los votantes de Izquierda Unida, que tampoco son tantos. Para que me entiendan, si en vez de las personas hubieran salido sus representantes a la calle hablaríamos de 15 tíos gritando frente a 335 que se quedarían en su casa.

No me entiendan mal. La “voz de la calle” ha de ser escuchada. Las manifestaciones sí son relevantes, importantes, decisivas en muchos casos, pero no todas las manifestaciones. Cuando una protesta está encabezada por quien hace dos telediarios se sentaba al otro lado de la mesa, cuando es tan notoriamente política, cuando todos sabíamos que la habría dijera el gobierno lo que dijera… en ese caso hay que tomarla con cierta prudencia. Por mi parte, todas las personas que tengo en el Facebook y que han subido fotos de la manifestación son notoriamente antipeperas, y aunque hubieran aprobado declarar al presidente de la CEOE persona non grata y mandarlo al Guantánamo de nuestro amigo Obama (nota: ¿no había jurado por Snoopy que lo iba a cerrar?) habrían salido igual a ponerlos pingando. Cosas de la política.

Las “manifas” en España están un poco demodé, principalmente porque la gente está un poco harta de sentirse utilizada por Tirios y Troyanos. Esas concentraciones convocadas por “plataformas ciudadanas”, en que si rascas un poco te pringas de rojo o azul según sea el caso (esto último menos frecuente, quizás por una menor habilidad para pintar pancartas o más pudor, no necesariamente entendido como virtud), huelen a manipulación a un kilómetro de distancia. Cuando la gente ve que el Prestige no acabó con la vida marina en el mundo, o que quienes cargaban contra la intervención en Irak mantienen tropas en Afganistán y mandan con alegría tanques a Libia y están calentando motores para irrumpir en Siria, empiezan a pensar si sus buenos sentimientos y su justa indignación no habrán sido lanzados cual arma arrojadiza por unos inteligentísimos rasputines de la comunicación.

Esto no es un alegato contra las manifestaciones, ni contra la movilización ciudadana. Justo al contrario, es una defensa fervorosa de las manifestaciones de la ciudadanía, no de grupos organizados de intereses. No les digo que no salgan a la calle, sino que salgan si lo consideran justo y proporcional, no cuando los aprendices de pastores quieren sacar a las ovejas a pastar porque quieren conseguir una subvención para su explotación ganadera.

4 comentarios:

  1. Vale, se que prefieres que nos explayemos y demos más opinión que un simple "Me Gusta"...pero es que lo has dicho todo, y además bien dicho, por lo tanto:

    ME GUSTA ;)

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  2. ¿Y dices tu que tienes gente antipepera en el facebook? Fijo que si

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    Respuestas
    1. Amigo Anónimo:

      Claro que tengo gente antipepera. Me gusta la política, me apasiona mi ciudad (de ahí mi vena municipalista), pero aún diferencio. No filtro a mis amigos por su filosofía política, como mucho por la ausencia de criterio, pero en general y no en eso exclusivamente.
      Hay que ser abiertos de mente, que si no estamos perdidos.

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