Si hay una norma absurda que me ha costado siempre entender es la de no poder hacer fotografías en los museos. Puedo comprender que se vete el uso del flash, ya que por lógica los destellos repetidos y exagerados sobre pinturas y otras obras de arte es probable que acaben dañando las mismas. Es razonable pensar que incluso tallas de madera, policromados y elementos de ese tipo puedan verse deteriorados por el abuso, y nos conocemos.
Pero hoy en día cualquier cámara digital de 100 euros es capaz de hacer fotografías más que buenas en condiciones normales de luz y sin flash. La mayoría ya traen incorporados en los habituales “modos” (ajustes predeterminados para los que no tenemos ni idea de tiempos, diafragmas, obturadores y otras piezas al uso) un “modo museo” que viene a ser ideal para estos menesteres: hacen fotos decentes sin flash de elementos bien iluminados.
¿Cuál es entonces la justificación de esa prohibición? ¿La propiedad intelectual de Goya o Velázquez, que llevan unos cuantos siglos cogiendo polvo? ¿Que venga la SGAE a pasar el recibo? ¿Que la tienda del museo venda menos láminas de Las Meninas o la Maja Denuda? Es absurdo. Se supone que el patrimonio nacional del que forman parte nuestros museos públicos es precisamente eso, nacional, es decir, de la Nación, de España. Pero España no existe, somos nosotros, los españoles, los titulares de los derechos de propiedad sobre esos museos y sus contenidos. Es decir, que nos impiden hacer fotos de nuestros propios bienes.
Internet también ha modificado esta actitud, por suerte. Parte de nuestras sedes museísticas, destacando por supuesto el Museo de El Prado o la Biblioteca Nacional, que hoy cumple 300 años, han entendido clara y diáfanamente que su función no es atesorar objetos y encerrarlos entre sus paredes, sino justamente lo contrario, convertirlos en objeto de la mejor difusión libre que se pueda encontrar. En las webs de ambas instituciones (Museo Nacional del Prado y Biblioteca Nacional de España respectivamente) podemos curiosear y encontrar tesoros como la reproducción electrónica de la primera edición de “El Quijote” o fotografías de alta resolución de cuadros como La Fragua de Vulcano de Velázquez entre otros.
Lugo, por supuesto, llega tarde mal y a rastras al tema. Siento bastante poco respeto por la promoción que se hace del patrimonio lucense, principalmente porque creo que, por no variar, lo que preocupa a nuestros próceres no es el presunto fin público de difundir nuestro pasado, sino sacar notas de prensa divertidas con las que salir en las fotos que, supongo que ellos consideran, se traducen en votos.
No me voy a enrollar con el tema de los museos en Lugo, que no voy a eso, sino a la difusión de la piezas. En la web de nuestro único museo serio (otro día si quieren le damos una vuelta a esto), que es el Provincial, sólo se pueden descargar unas fichas de resolución más bien baja de unas pocas piezas.
Tampoco nuestro autoproclamado ciber-alcalde, que va de moderno por el mundo, ha puesto en marcha nada en este sentido, y no será por no gastar dinero. Más de 1.100.000 euros se han gastado en programas de digitalización del archivo municipal y no hay rastro de ningún tipo de enlace en la web del Ayuntamiento para acceder a esos supuestos documentos. Nos vendieron que se iba a hacer esto en el año 2008 y aún no se sabe nada. Eso sí, de la pasta supongo que tampoco sabemos nada.
Aquí hay dos posibilidades: o no se ha digitalizado y a ver dónde está todo ese dinero, o sí se ha hecho y a ver dónde está la web que permite a los lucenses acceder a su pasado. ¿O sólo digitalizamos para consumo interno? ¿Acaso no son nuestros fondos? ¿No es nuestro pasado? ¿Por qué esa manía de guardar todo bajo siete llaves? Aprendan de Patrimonio Nacional, que va lento, pero seguro, por ese camino, el de compartir sin problemas nuestro patrimonio, porque esa es exactamente su función.
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