A nuestro buque insignia, el Príncipe de Asturias, lo quieren poner en dique seco. No es una metáfora, es literal. Saben ustedes que España sólo tiene un portaaviones, que ni siquiera es tal, porque es un “porta aeronaves” (vamos, que caben unos cuantos helicópteros y dos cosillas más), que la Armada exhibe de vez en cuando, supongo que porque mola tener un trasto tan moderno… bueno lo de moderno es un decir porque aunque entró servicio en 1988 los planos son de 1977, y si la industria armamentística se caracteriza por algo es porque los diseños de hace tres horas ya están obsoletos.
¿Qué va a ser de nosotros sin nuestro porta loquesea? Pues nada, seguiremos exactamente igual que hasta ahora. Será chatarra de la cara, ya que los cientos de millones que costó montar ese chisme, más los muchísimos que se han gastado en su mantenimiento no llegan para eternizar un mamotreto que tiene una operatividad limitada porque ahora la guerra es con Windows 7 en vez de con MS-DOS. Imagino que los programas de lanzacohetes 2012 vienen ya para el iPhone antes que para los ordenadores que tienen instalados ahí.
El gasto militar de un país es una salvajada. Y lo peor es que no se aprecia mucha utilidad que digamos. El Ejército y la defensa en general cada vez tienen más trazas de ser reliquias en un mundo en que las guerras no se van a decidir, parece, por la infantería o los marines, sino por quién tiene el juguete más moderno que pueda matar de forma que quede bien en el telediario.
Cuando uno ve las cifras de los documentales de la 2 sobre la II Guerra Mundial, en que nos hablan sin pestañear de invasiones en que participaban 400.000 soldados se pregunta dos cosas: la primera es de dónde sacaban tanta gente en los 40, en que el planeta estaba menos poblado, y la segunda es que si fuera hoy a ver cuántos se apuntarían a defender a su país.
Si se fijan, en los anuncios que hacen desde Defensa para que la gente se aliste no hablan de batallas, guerras, honor, conquista, sangre y fuego. Nos ponen a unos soldados que son un híbrido entre Heidi, las chicas de la Cruz Roja y Superman salvando un gatito de un árbol. Parece que el Ejército está para realizar labores humanitarias guays, en plan ir de cascos azules a Bosnia o ayudar a apagar el incendio de las Fragas del Eume. De pegar tiros nadie dice nada.
Pero la función de un Ejército es la defensa, no se engañen. Incluso lo de “defensa” es un eufemismo, porque si se decidiera, es un decir, invadir Gibraltar o recuperar el Sáhara de defensa pasaríamos a ataque y nos quedaríamos tan anchos. Ahí no hay ni incendios, ni gatitos ni pobres ancianas a los que los buenos chicos del Ejército ayudan a cruzar la calle. Ahí hay dolor y lluvia de metralla. Eso es la guerra, un espanto.
Entonces, volviendo al principio, ¿qué pasará con el Príncipe de Asturias? Hombre, podría ser chulo anclarlo en el puerto de Ferrol, por ejemplo, y hacer visitas guiadas a su interior. Yo estuve en un portaaviones americano, el Saratoga, y la verdad es que impresiona mucho ver esos monstruos de acero flotando en medio del agua. Es una idea como otra cualquiera.
Desde luego, será interesante ver los equipos de salvamento, las escaleras para bajar animalitos y los cascos de colores que seguro se alinean en cubierta. Después de todo, el Ejército no está para pegar tiros, sino para llevar la paz al mundo.
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