Como admirador declarado del pueblo británico, no puedo dejar de pensar en lo bien que llevaron ellos la cosa de la descolonización al menos en comparación a nuestro chapucero “sálvese quien pueda” cuando nos retiramos de América o nos echaron a patadas, según el caso. Hoy día, los ingleses todavía mantienen la Commonwealth con la mayor parte de sus antiguas colonias. Esta organización, por llamarla de alguna manera, además de servir para que la Reina Isabel II siga saliendo en los sellos de Canadá, es el reflejo de un espíritu de buena voluntad que une a esos países. Si pensamos que Inglaterra no tiene Constitución y que aún así es la democracia más antigua y perfecta del mundo (en mi opinión al menos) no nos extrañará que no haya un acta fundacional del chiringuito.
España no tiene Commonwealth, y se nota. Nosotros, que formalmente seguimos teniendo algunas colonias aunque hayamos renunciado a gestionarlas como en el caso del Sáhara, hicimos las cosas muy malamente. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. En lugar de una relación de respeto mutuo y, siendo más prácticos de aprovechamiento comercial, nuestras tiranteces ocultas con los países antes llamados iberoamericanos (no sé si ahora se puede decir así o soy un asqueroso racista) han salido a la luz con las recientes expropiaciones de empresas petroleras y energéticas.
Si esto ocurriera en Inglaterra, que no ocurre porque no hay narices a hacerles eso, veríamos dos cosas de inmediato: una absoluta unidad del pueblo británico durante la crisis y una exigencia de responsabilidades internas una vez superado el bache. Aquí, en España, somos más peculiares. Nos tiramos los trastos a la cabeza unos a otros mientras nos invaden (territorial u económicamente, es irrelevante) y claro, se pierden batallas y guerras a porrillo. Luego, una vez machacados convenientemente, llegamos a la conclusión de que teníamos razón y empezamos la reconquista, que exige un esfuerzo infinitamente mayor que la mera resistencia desde el primer momento. Y así estamos.
Esto lo supieron ver desde los árabes a Napoleón, llegando ahora a nuestros queridos “compadres” Evo Morales y Cristina Kirchner. La cuestión no es lo que puede hacer España para castigar estas operaciones contra nuestra economía, sino si habrá consenso para hacerlo. Izquierda Unida ya salió a defender estas medidas con su teoría de que el patriotismo es cosa de fascistas, y el PSOE a ver cómo se pone, imagino que de perfil para que no le saquen los colores por las condonaciones de deuda que hizo a sus amiguetes de ultramar.
Estamos en una crisis tremebunda y parece que todo está fatal, que ya no pintamos nada en ningún sitio y que no tenemos nada con lo que luchar, pero España sigue siendo una economía importante en el mundo. A eso hay que unir que estamos en la Unión Europea y que para muchos países de sudamérica somos el puente para entrar en este supuesto vergel de oportunidades. Según se abrió el grifo se puede cerrar, y si nos ponemos tontos ellos tienen más que perder en esta batalla. Siempre que luchemos en ella. Ahí está el tema, que no se va a responder convenientemente. Como mucho un par de comunicados, alguna amenaza políticamente correcta y puede que hasta el embajador de algún país tenga que irse a casa unos días. Nada más, porque no hay cohesión interna como nación. Ah, me olvidaba, y muchos chistes, que en eso somos buenísimos.
Si hay problemas en las empresas que están por ahí y que tienen sede en España, si violan leyes internacionales, si sobreexplotan o son malignas, que denuncien y les pegamos un repaso. Si algunos en nuestro país creen que hay que cambiar ciertas cosas, pues vale, pero eso una vez pasado el cirio pascual. Ahora toca caminar todos a una, porque históricamente en las escasas ocasiones en que lo hemos hecho, no ha sido fácil machacarnos. Y quien habla de nuestra postura hacia fuera, también lo puede aplicar hacia dentro, pero eso es otro cantar.
Seguramente el problema viene ya del tipo de colonialismo practicado por el reino de Castilla y más tarde por el de España. Mientras los ingleses tendían a establecer pactos con los pueblos colonizados, los españoles y los franceses se dedicaban a imponer sus instituciones, su cultura y su lengua a pueblos que seguramente consideraban inferiores. Luego no es de extrañar que quede mucho resentimiento. Aunque los que practican ese resentimiento sean casi siempre descendientes de los mismos españoles.
ResponderEliminarEstoy razonablemente de acuerdo, pero no al 100%. Es cierto que los imperios más duraderos, comenzando por Roma, se adaptaban a los pueblos conquistados e incluso modificaban el propio Imperio para dar cabida a nuevas ideas venidas de los territorios anexionados.
EliminarSin embargo, no creo que Inglaterra fuera tan pacífica, y aunque hay casos como la India en que intentaron establecer estructuras paralelas, también tenían esa costumbre de "civilizar" allá a donde iban. Por ejemplo, en los actuales Estados Unidos no veo mucho pacto con los pueblos salvo la compra de Manhattan (fueron los holandeses, no los ingleses pero para el caso vale como ejemplo) más allá de pegar tiros a los nativos. El racismo contra los aborígenes australianos por ejemplo tampoco es un ejemplo de integración que digamos, o las burradas que se hicieron en la guerra de los Bóer en que se utilizaron los campos de concentración inventados, por cierto, por los españoles.
En cuanto a España, creo que fue el único imperio que paró una conquista para debatir con la Iglesia si los nativos tenían alma o no, si eran humanos "con derechos" o no.
Soy muy pro-británico, pero no creo que los ingleses considerasen a los habitantes de los territorios conquistados sus iguales ni mucho menos. Lo que varía no fue su forma de entrar, sino de retirarse... muy británica.