Resulta curioso ver que las opciones “nuevas” tienen tics muy “viejos”. El primero de todos es esa extraña costumbre de ofenderse cuando le pones en duda el más mínimo punto de sus actitudes, frases, eslóganes, ideas o personas. Te saltan a la yugular como si fueras el responsable de la peste negra en la Edad Media o las plagas de Egipto, sin que hayas hecho nada más que preguntar inocentemente, o no tan inocentemente, por algún concepto que ves confuso.
Suelen tener, asimismo, una especie de “patente de corso” por la que se les permite hacer campaña en donde los demás tienen que medir muy mucho lo que dicen, y si te excedes elogiando a alguien que, por ejemplo, hizo grandes cosas cuando fue alcalde te llaman la atención porque no son minutos publicitarios. Sin embargo a estos nuevos mesías se les admite colocar sus mensajes, machacones y repetitivos, metidos con calzador en temas que no tienen absolutamente nada que ver.
El discurso de este nuevo populismo es más o menos idéntico, ya sea el famoso Podemos, como cualquier otra plataforma “ciudadana” que surge de la nada como por arte de magia. Algo así como lo que sigue:
“Somos una plataforma de ciudadanos como tú, que no nos hemos dedicado a la política pero que queremos cambiar las cosas. Un grupo de personas que lo único que deseamos es alejar de las instituciones a los que las manejan bajo la dirección de los bancos y las grandes multinacionales, los intereses de los de siempre, de las clases dominantes que aprovechan incluso la crisis para oprimir y explotar a los trabajadores que no han creado esta situación pero que la están pagando.
No somos ni de izquierdas ni de derechas, somos personas que queremos aplicar medidas de sentido común alejadas de viejos debates estériles de partido y que acercaremos el gobierno al Pueblo”.
Supongo que les puede sonar, pero si se fijan el gran problema de todo esto es que no he escrito ni una palabra sobre lo que pretendería hacer ese supuesto grupo de “ciudadanos”. Esto puede avalar desde una política ultraliberal hasta un comunismo “revisited”, porque no sabemos si quien dice eso pretende hacer peatonal una calle, impulsar el turismo con campañas en ciudades cercanas o en Londres, o seguir con la política de hacer edificios a lo loco dejando abandonados otros en pleno casco histórico. Ni idea.
Decía Julio Anguita, con gran criterio, que los pactos no han de darse por sentados, y que lo importante es la coincidencia práctica, lo que plasmó en su famosa expresión “programa, programa, programa”. Aquí brilla por su ausencia, y los únicos que han detectado esa incompatibilidad a la hora de unirse a las demás fuerzas “progresistas” (me encanta el término, es como muy guay) es el BNG, que ya ha anunciado su candidatura fuera de cualquier plataforma “ciudadana”, porque para asamblearios ya están ellos.
El resto piden unidad, pero no deja de parecer que lo que se busca es construir una nueva alternativa de poder. Mientras se acusa a los demás de repartirse los sillones, no hay nada que nos haga sospechar que no es más de lo mismo, mientras sí vamos teniendo indicios en forma de presuntas actividades como las adjudicaciones sospechosas, contratos universitarios a colegas de partido, pagos en dinero negro o movimientos de nombres ciertamente oscuros.
Cuidado con los espejismos, porque pueden quedar bonitos en el horizonte, pero si tienes sed no podrás beber más que arena. Y eso mata.
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