La ley concede un único disparo contra un gobierno, una bala de plata. No está mal pensado, porque si no en este país de “minorías que conforman mayorías sociales” (es decir, pactos de quienes pierden las elecciones para gobernar contra viento y marea) saldríamos a moción diaria y acabaríamos montando porras para ver lo que dura cada equipo de gobierno y de paso entretenernos y sacarnos unos cuartos. En este país en que torturar un toro es arte, cualquier cosa es de esperar.
Esto quiere decir que lo de mañana en la Diputación será un acto de única lectura, y que PSOE y BNG tienen que confiar uno en el otro de una forma absoluta. Sobre todo los segundos en los primeros y me explico: si el día ocho el BNG apoya al candidato del PSOE para la presidencia a cambio de un trozo de la tarta (que es lo que todos nos esperamos, y esperar no es lo mismo que desear), nada impide que el día nueve el Presidente cambie de criterio y los largue a la oposición. El BNG no podría hacer absolutamente nada más que patalear y vengarse cuando pueda, que vendría a ser en el lejano 2019. Al menos en el mismo foro.
Por eso, más que una moción de censura, que no es tal, se trata de una cuestión de confianza: de la confianza mutua que se puedan tener entre los dos partidos cuya única idea en mente es recuperar sus jugosos sueldos y el poder que perdieron por las convicciones legítimas de un hombre, Manuel Martínez, que se ha desdicho quedando en una tierra de nadie en que tendrá barcos pero no honra. Y barcos ya veremos.
Ver el currículum vitae de alguno de los altos cargos que estuvieron y que se avecinan es para echarse a temblar, pero explica y justifica plenamente su gran interés en asaltar el poder a toda costa. Desde que pruebas el solomillo el filete te resulta duro.
Presentando la moción. Foto de El Progreso |
Sin embargo también el BNG es quien más tiene que perder. Una vuelta de tuerca, un decreto del Presidente, y el pacto que han firmado (a escondidas, todo hay que decirlo, porque aquí hay papeles firmados hasta para ir al baño, e incluso con notarios dando fe) se va a tomar por saco. El nuevo presidente, sea quien sea, puede enviar a los nacionalistas a la oposición y reírse en su cara porque no podrían hacer absolutamente nada, ya que no puede haber dos mociones de censura en un mandato.
En fin, mañana veremos, y todo esto suponiendo que a Manuel Martínez no le dé otro ataque de integridad (que lo dudo) y salgamos otra vez en medios nacionales por las peculiaridades de la política lucense.
Eso sí, lo bien que lo pasamos…
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