martes, 12 de febrero de 2019

Tengo una amiga que tiene un amigo gay

El orgullo no es solo una bandera, es gente que defiende derechos y libertades
Tengo una amiga que tiene un amigo gay. Es obvio para cualquiera que conozca los principios matemáticos básicos como que el orden de los factores no altera el producto, pero la verdad es que la frase no recoge realmente de lo que hablamos. Ana Argiz no tiene un amigo gay sino una legión, además de un hermano al que, como dice ella irónicamente, no llevaron de pequeño al médico y así quedó, y que por cierto es feliz como lo somos muchos.

Mi amiga Ana no solo tiene amigos gays, es que hace muchos años que asumió la causa de la igualdad como propia, pero no solo para un colectivo sino que entendió que además de la condición sexual también el género, la raza, la religión (o la falta de ella), o cualquier otra característica personal no pude ser motivo de discriminación. Bueno, salvo la estupidez y la intolerancia, que eso lo lleva mal como lo llevamos mal unos cuantos.

El compromiso de Ana no se queda en una cómoda tolerancia como la que nos venden en los programas de televisión, en que no puede faltar el mariquita gracioso y deslenguado, un cliché tan injusto como el de la mujer subyugada a la voluntad de su marido o el de la rubia tonta. Su compromiso es real. Tanto que ayer mismo anunció en su Facebook que renunciaba a participar en la campaña electoral de este año en el partido que le había ofrecido entrar por “diferencias” irreconciliables, que vienen siendo la actitud homófoba de la persona que encabeza esa lista.

No hablamos de VOX, aunque también podría ser, la verdad, sino del partido de Manuel Martínez, cuya denominación nos recuerda a un libro de Castelao pero que, más allá de su nombre, tiene bastante poco de gallego. Esta tierra es tolerante y acepta a la gente como es, y no exagero, sé de lo que hablo.

Ana militó en el PP en la época en que lo hice yo también, ambos probablemente confundidos por la inexistencia de una opción liberal que entendíamos integrada en ese grupo. Nos equivocamos como es evidente. Ella después luchó por las siglas de UPyD, una entidad que demostró que la nobleza y la lucha contra la corrupción no quedan sin su inmerecido castigo en las urnas, ya que tras llevar a juicio a Rodrigo Rato y desmontar el chiringuito de Bankia se pegaron un cruel batacazo en las urnas.

Es una persona inquieta, luchadora, fuerte pero de lágrima fácil porque se emociona con las injusticias y el sufrimiento ajeno, una empatía que le lleva a intentar hacer “algo”. Por ponerle un defecto, le falta un pelín de determinación para encabezar su propio proyecto pero no creo que sea cobardía, sino conocimiento de las titánicas dificultades que entraña eso y que a muchos nos echa para atrás (sí, a mí también me encantaría poder hacer algo por este Lugo nuestro).

Ana ha sacrificado su carrera política en el partido de Martínez por sus convicciones, y eso le honra, sobre todo porque no le afecta a ella en concreto. Otros se habrían tragado su orgullo y habrían asentido a todo con tal de poder figurar.

Supongo que cuando lea esto pensará “a este lo mato” porque a pesar de su apariencia de echada para adelante es tímida, pero no podía dejar de compartir con ustedes un acto de valentía y de coherencia, virtudes de las que andamos muy escasos.

¡Bravo, Ana!

2 comentarios:

  1. Me comentó Ana, hace unas dos horas aproximadamente, que alguien había escrito esto. no pude evitar al llegar a casa el coger mi ordenador y ponerme a buscar en el perfil de Ana de facebook la entrada de la que me había hablado con tanto cariño y sentimiento. Y, sinceramente, te admiro.

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    1. No me extraña, yo también la admiro, sobre todo porque soy consciente de la renuncia que ha hecho por sus principios. No es lo habitual. Bueno, en ella sí.

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