Rubén Arroxo y Miguel Couto (fotos de La Voz de Galicia y El Progreso respectivamente). |
A Rubén Arroxo le están cayendo, perdonen la expresión, hostias como panes por haber firmado el cierre del aparcamiento de Ánxel Fole, pero hay que decir que él no tenía opción alguna de actuar de otra manera.
Empezaré el análisis del asunto reconociendo que yo mismo no comprendía por qué había firmado él un documento que, por lógica, debería corresponder a las áreas de Urbanismo o Liciencias, así que me imaginé, con esa maldad que a todos se nos viene encima cuando la cochina política mete su (lamentablemente) sucia mano, que le habían metido un gol y que le habían encasquetado un asunto que a nadie le habría gustado firmar. Pues no, me equivoqué. Ni hay gol (aunque esto es matizable) ni ese cierre lo podía decretar el concejal competente en Urbanismo o Licencias.
Rubén tiene la competencia sobre el negociado de policía, y ahí es donde “aterrizan” todos los expedientes de ejecución de sanciones, porque es la policía la encargada de hacer cumplir las normativas locales. Tanto ha de sancionar a un señor por mear contra la catedral como a un pub que se pasa de hora de cierre, o a un aparcamiento que ha sido denunciado por trabajar sin licencia.
Para que sea más claro, les voy a hacer un paralelismo con Hacienda, una entidad que no resulta excesivamente simpática a casi nadie pero por razones similares a las que hacen que ahora le lluevan las críticas a Rubén. En ocasiones Hacienda ha de ejecutar embargos o apremios por vía ejecutiva de deudas de los particulares con la administración, independientemente de que sean multas de tráfico, impagos a la seguridad social o cualquier otra cuestión que no depende de Hacienda en absoluto.
Hacienda ejecuta el cobro de la deuda, sea cual sea el origen, y de hecho no tiene capacidad de modificar ese expediente. Podrá dar facilidades de pago o meterse en la gestión económica del mismo pero nunca recurriremos un embargo de una multa de tráfico pidiendo que Hacienda nos resuelva si el semáforo estaba apagado o la señal oculta por la maleza porque no es cosa suya. Es decir, no entra en el fondo del asunto.
De la misma manera, Arroxo no tiene capacidad de dar cobertura legal al aparcamiento de Ánxel Fole porque esa competencia recae en su socio de gobierno, Miguel Couto, que es quien lleva ese asunto.
No me entiendan que se trata de arrojar a los leones ahora a Couto, del que tengo hasta el momento una excelente opinión y me ha causado una muy buena impresión. No se trata de eso, sino de aclarar la cuestión de las responsabilidades de cada uno, y estoy seguro de que Couto está trabajando en las soluciones a este tema porque es conocedor de la importancia capital que tiene para la zona.
Si se toma alguna medida para legalizar el aparcamiento, como la propuesta estos días en este mismo blog y de la que hasta ahora nadie me ha rebatido una coma, la solución partirá de Urbanismo, no del negociado de policía.
Tal vez haya interesados en dar esa sensación, que Arroxo creó el problema y Couto lo resuelve, pero francamente hasta dudo de esa mala intención. Simplemente estoy convencido de que las circunstancias han sido las que han sido y que la línea temporal da una falsa impresión.
Lo que está claro es que el tema se ha de resolver, y pronto. Mientras tanto la espada de Damocles seguirá pendiendo sobre un casco histórico ya de por sí golpeado.
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