Ejemplar manifestación de los hosteleros de Lugo. Foto: La Voz de Galicia |
Sólo lleva la hostelería cerrada dos días y ya se notan los efectos en muchas costumbres y hábitos de los lucenses. Sí, ya sabemos todos que había estado cerrada antes, cuando el confinamiento, pero de aquella todo el mundo estaba metido en casa y no se apreciaba tanto lo mucho que influye en nuestras vidas ese sector.
Dejando a un lado la parte económica, la importancia de los empleos, las rentas, el movimiento financiero y demás la hostelería es sin duda alguna uno de los sectores más maltratados e incluso me atrevería a decir que despreciados pero sin embargo de los más usados en el día a día. Usted se cortará el pelo una vez al mes y comprará una prenda de ropa de vez en cuando, pero pocas cosas en nuestra vida son tan agradablemente frecuentes como ir a “tomar algo” con los amigos.
¿Dónde van a tomar ahora sus cafés de media mañana en el descanso de las oficinas? ¿En qué lugar quedarán las pandillas para tomar algo por la tarde? Por no entrar en detalles escatológicos, ¿dónde harán sus necesidades los ciudadanos cuando se vean en un apuro por la calle teniendo en cuenta que en Lugo ya no existen baños públicos? Porque les recuerdo que los quioscos de la ciudad, están cerrados desde hace años y la única alternativa que había, el edificio municipal, ya no permite la entrada para hacer uso de los aseos porque valoran particularmente su pellejo y en una pandemia cuanta menos gente pase por allí mejor.
Cuando estén paseando y se cansen, olvídense de tomarse algo agradablemente sentados al aire libre en una terraza, todas están cerradas contra toda lógica. Pueden, eso sí, comprar un café para llevar a los locales que estoicamente permanecen abiertos con servicio de recogida, pero recuerden que el banco en el que se van a sentar no está desinfectado entre uso y uso como sí lo estaban las mesas y sillas de las terrazas.
Ese es el auténtico valor de la hostelería, mucho más allá de un negocio es un servicio público que sin embargo, casi nunca es valorado como tal y no comprendo el motivo.
Pero vayamos más allá. La gente que vive fuera de Lugo y trabaja en la ciudad, ¿dónde va a comer a mediodía? Sí, puede cogerse un bocadillo y comerlo en la oficina o en la trastienda pero… ¿un mes a bocatas? ¿y si esto se estira, dos, tres…? Muy agradable no es. Seguro que echarán de menos el menú de 10 euros que les arreglaba la papeleta. Ya no hablemos de los comerciales y viajantes que no tienen otro recurso que hacerse un mantel con servilletas en la habitación del hotel. Vaya panorama.
Sí, claro que el hostelero vive de ese servicio público, pero igual que el bombero o el policía. Pero es curioso porque a la gente se le atraganta muchísimo pagar dos euros por un café en la Plaza de España pero no tiene en cuenta todo lo que recibe a cambio.
Espero que este mes de sequía hostelera ayude a muchas personas a recapacitar sobre lo que supone la hostelería en nuestras vidas. Incluso los propios hosteleros deberán empezar a sacar pecho y sentirse más orgullosos aún de su profesión y hacerse valer.
Los bares, restaurantes, cafeterías, locales de copas… son fundamentales en nuestras vidas porque en ellos es donde socializamos con nuestros amigos y muchas veces con la familia. De hecho me preocupa que esta medida haga que aumenten las comidas en domicilios y ahí es precisamente donde bajamos la guardia porque nos sentimos “a salvo” y no, no lo estamos.
Ojalá todo esto sirva para algo. Para frenar los contagios pero también para aumentar el respeto hacia la hostelería. Lo merecen.
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