Un símbolo de modernidad... o de pérdida del pasado, según se quiera ver |
Si ayer mismo el artículo se titulaba “renovarse o morir”, hoy hablamos de un cambio en el urbanismo lucense que supondrá ambas cosas al mismo tiempo: la muerte de viejos edificios en la esquina de la Ronda de la Muralla con San Roque y la renovación de esa parte icónica de la ciudad, ya que está frente a la puerta de San Pedro, una de las más llamativas estéticamente, en pleno Camino de Santiago y junto a la Mosquera.
No puedo evitar una reacción totalmente irracional de
tristeza cada vez que veo el derribo de un edificio. Supongo que es un síntoma
de hacerse mayor, pero me da una pena terrible ver caer casas con personalidad,
que alguien en su día construyó con toda la ilusión, en la que vivieron
personas que ya no están, y que hoy van a ser sustituidas por moles de pisos probablemente
mucho más prácticas, modernas, cómodas… y anodinas.
Soy consciente de que las personas quieren vivir con
comodidades y que no están dispuestas a renunciar a un piso actualizado con
buenos aislamientos, ascensor, garaje y demás ventajas a las que la mayor parte
de la población está tan acostumbrada que todo lo que no tenga esas cosas se
considera poco menos que una infravivienda. Eso explica que Lugo siga
manteniendo un altísimo porcentaje de viviendas vacías, ya que no cuentan con
instalaciones actualizadas y la población no da para más, a pesar de lo cual
seguimos construyendo como enajenados torres de pisos que se llenarán en
detrimento de otras zonas que se quedarán vacías porque a nadie se le pasa por
la cabeza meter dinero en rehabilitar barrios.
Esto choca contra el sentido común, pero también contra la
conservación de la estética e incluso la poesía de una ciudad que fue preciosa
y que cada día es más parecida a cualquier otra que se pueda haber edificado en
los últimos 50 años. Lugo va perdiendo día a día edificios que algún día
echaremos de menos y es previsible que una de las próximas barbaridades
urbanísticas que se acometerán será el derribo de las casas bajas que quedan
frente a la Mosquera, entre ésta y San Pedro. Ya están en ruinas y su futuro es
evidente: la piqueta.
Económicamente es comprensible. Si puedes convertir una
casita de bajo y una o dos plantas en una mole de cinco o seis pisos en que,
además, en lugar de viviendas de cien metros hagas apartamentos de cincuenta el
rendimiento es más que obvio. La Historia, la estética y el entorno son lo de
menos.
¿Cómo no va a hacer eso el particular cuando ve que la
propia administración hace exactamente lo mismo? En lugar de rehabilitar tiran
y vuelven a hacer. Reciclamos folios y tapones de botellas, pero con los
edificios parece que esa fiebre ecológica que aparentamos tener se nos olvida
porque ahí hay pasta de por medio y claro, a nadie le amarga un dulce.
Confiemos en que algún día Lugo reaccione y empiece a conservar sus zonas más hermosas y un tipo de viviendas que, arregladas, son un lujo, como por ejemplo casi todo el barrio de la Milagrosa. Tal vez nos demos cuenta de que no siempre es necesario destruir para construir. Sólo esperemos que no sea demasiado tarde.
Estimado Luís,
ResponderEliminarGrazas por este artigo. Ogallá máis persoas reflexionasen sobre a cidade que poderiamos ter.