lunes, 9 de octubre de 2023

¿Se nos está yendo la mano con el volumen de los conciertos?

Probablemente se deba a que no soy de conciertos "ruidosos", y no me gusta la manía que tienen de darles caña a los altavoces, como dirían Enrique y Ana (ahí se me notan los años)... "hasta que te estallen los oídos".

Lo más curioso es que esto sólo lo veo en las citas menos importantes, ya que he estado en conciertos de Elton John, Cyndi Lauper, Lady Gaga e incluso recientemente en uno de Robbie Williams en Santiago y de ninguno de ellos salí noqueado como ayer me pasó en dos lugares de nuestra ciudad: la Mosquera y la Plaza Inútil. Encima en ninguno de los dos había demasiada gente así que era matar moscas a cañonazos.

Cuando la música se convierte en ruido y hace temblar los cristales y te daña los tímpanos es que algo no se está haciendo bien, y en esta ciudad, no me pregunten por qué motivo, lo de la megafonía se lleva regular tirando a mal, confundiendo potencia con nitidez.

Es llamativo que se hayan eliminado las bombas y fuegos artificiales de las fiestas porque molestan a algunas personas y a las mascotas pero al mismo tiempo se mantenga el estruendo de conciertos que se escuchan cómodamente a barrios de distancia. Literalmente.

Recientemente salía el Deán de la Catedral, Mario Vázquez, a protestar por ese mismo tema y la afección que pueden causarse a vidrieras y otros elementos históricos de la seo lucense. No puedo dejar de darle la razón y las comparaciones son odiosas pero justificar que se retire el tráfico por la vibración y el daño que se causa a la Muralla mientras se reemplaza esto por unos equipos que podrían dar capacidad acústica al Santiago Bernabeu en una plaza bastante pequeña no parece lo más razonable.

La OMS ha publicado advertencias sobre este tema, y dice que el nivel sonoro medio ha de tener un máximo de 100 decibelios, pero no se queda ahí. Habla de que la calidad de sonido ha de ser "agradable" a la búsqueda de una "escucha segura".

Tampoco es que esto sea un mal exclusivo de los conciertos. En los cines pasa igual. No es la primera vez que tengo que taparme los oídos (y no sólo yo, que veía a los demás hacer lo mismo) porque el volumen de la sala era insoportable.

La cantidad frente a la calidad parece que es la norma, y este tipo de cosas son además una espiral inacabable, porque cuanto más se ensordece a la gente más potencia hace falta, y así sucesivamente.

Volviendo a las recomendaciones de la OMS, se invita "a orientar, enseñar y salvaguardar la salud auditiva no solo de los jóvenes, sino de la sociedad en general, que también está expuesta a altos niveles de sonidos en estos sitios".

Habrá que tomar nota.


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