Los magos Rafa y Dani Polo, y la carta que llevo conmigo y que aún me pasma |
Me gusta la magia. Los magos me parecen la piedra angular de muchísimas obras literarias y sin Merlín y Morgana, Flagg, Dumbledore y Harry Potter, el Doctor Strange o Gandalf y Saruman las historias no sólo serían más flojas, sino que directamente algunas serían soberanos tostones.
Más allá de la literatura y el cine la magia como espectáculo me pasma. Me resulta totalmente incomprensible y no hay nada que me moleste más que un mago al que se le ven los trucos (una trampilla mal tapada, una carta que asoma por donde no debe…) porque rompe totalmente la ilusión de querer ser engañados en el buen sentido.
Afortunadamente el viernes tuvimos dos grandísimos artistas a los que no les pasa eso y que por mucho que me rompa la cabeza no sé cómo demonios hacen las cosas. Tampoco es que lo intente por dos motivos: el primero es que me gusta disfrutar del engaño y el segundo es que, aunque lo quisiera, no lo adivinaría. Hablando con el Mago Rafa me decía que la gente complicaba mucho sus teorías sobre los trucos y que suelen ser más simples de lo que pensamos. Incluso añadía algo como “ojalá fuera capaz de hacer las cosas que la gente cree que hacemos”, aunque creo que le quita importancia a una habilidad que es realmente única.
Como les decía en la gala del viernes tuvimos a dos magos: el propio Rafa y a Dani Polo. Rafa hizo un espectáculo como es habitual en él: aparentemente sencillo, pero sólo aparentemente. De tirar una bola de papel para que quien saliera al escenario con él fuera alguien que no podía prever, y hacerle elegir una carta al azar que después sería la que estaba escrita en esa bola, a que otra persona escogida entre la gente eligiera un periódico (del día) entre cuatro opciones y una página dentro de ese periódico para que después apareciese una mitad en una cartera entre el público… cosas que por mucho que lo pienses no consigues entender.
Das por sentado que en algún momento te hacen elegir la carta que ellos han seleccionado o que consiguen sugestionarte para que el periódico y la página sea la que habían decidido ellos previamente, aunque no se entiende cómo.
Por su parte Dani Polo hizo algo que nos dejó a todos boquiabiertos, sobre todo porque el truco lo hicimos nosotros, cada uno en su asiento, y que entiendo que es imposible, pero no lo es porque pasó.
Después de coger cada persona del público cuatro cartas que te daban al entrar, las rompimos a la mitad, nos guardamos un trozo en el bolsillo, las barajamos, intercambiamos un trozo con la persona de al lado (si querías, así que unos lo hicieron y otros no), fuimos descartando trozos hasta quedarnos con uno… y encajaba con el que teníamos en el bolsillo. Aún guardo las dos mitades de mi carta porque si no es magia, que alguien me lo demuestre. Me faltó pedirle a Dani que me las firmase y aún las llevo encima con la esperanza de poder pedírselo en algún momento.
Verán, somos conscientes de que estos espectáculos tienen que tener un truco, pero a veces uno quiere caer en la tentación de pensar que no, que es magia real, con esa ilusión que perdimos a hacernos adultos y que recuperamos por un rato sentados en una butaca en penumbra. El niño que nos queda dentro, la inocencia, la credulidad se intentan abrir camino porque suponen esperanza. Que no todo es blanco o negro, físico y mesurable, sino que hay algo más de lo que podemos sacar de una probeta y una cinta métrica.
La magia es maravillosa y Rafa y Dani Polo lo son. Enhorabuena.
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