lunes, 9 de septiembre de 2013

Los juegos del hambre

Creo que media España comparte una sensación que no sabemos muy bien cómo denominar pero que va entre el herido orgullo y el alivio. Que no nos hayan elegido como sede de los Juegos Olímpicos del 2020 por tercera vez (parece que el “erre que erre” no va con el COI) no gusta porque suena a desprecio hacia un país como el nuestro, que organizó con acierto la Olimpiada de 1992, siendo la única de las recientes que no dio pérdidas multimillonarias. Pero por otra parte a nadie se le escapa que no estamos como para andar gastando la pólvora en salvas. De ahí lo del alivio.

Hay una saga de estas que ahora proliferan tanto que se llama "los juegos del hambre". No me digan que no es para hacer pensar. No va sobre juegos olímpicos ni nada que se le parezca pero tiene en común que una sociedad en que muchos de sus miembros sobreviven rapiñando lo que pueden incluso entre la basura, dejan todo de lado para ver un evento de talla mundial que derrocha lujo y recursos. A mí me recuerda a algo.

Los españoles somos peculiares la verdad. Mientras el gobierno italiano le prohíbe a Roma presentar su candidatura a los juegos porque consideran que no está el horno para bollos, aquí hacemos al revés, quizás porque en este momento una inyección de moral nos venía de película. Lo malo es que el kilo de moral nos sale muy caro si para que levantemos cabeza tenemos que gastarnos muchos millones que no tenemos en un evento de dudosa rentabilidad económica.

Les hablaba el otro día del legado de las exposiciones de Sevilla, la del 29 y la del 92. Son dos modelos opuestos que en España se dan tan a menudo que si en vez de un país fuera una persona el diagnóstico de bipolaridad sería obvio. Quizás nos hayamos salvado de un problemón nacional como la copa de un pino porque si no hay dinero para tantas y tantas cosas que provocan los consabidos recortes, dudo que ponerse a construir estadios sea una opción muy inteligente.

Pero eso es lo que hacemos. No quizás a nivel olímpico, pero el Real Madrid acaba de fichar a un tal Bale por una fortuna sólo accesible para grandes entes que normalmente no tienen al día sus obligaciones con Hacienda. “Es que genera mucho dinero”, nos dicen, pero no sé yo. La bolsa generaba mucho dinero hasta que se pegó un batacazo de libro el famoso Jueves Negro, llevando a la ruina y el suicidio a más de uno y de dos.

No se trata de que a mí no me vuelva loco el deporte, que tampoco, sino de que si propusieran pagar con nuestro dinero el mandar una nave al espacio por aquello del prestigio internacional y la investigación científica, tampoco creo que fuera el momento.

Pero bueno, ya no tiene arreglo. Tokio 2020 es la cita para dentro de siete años. Esperemos que arreglen sus problemillas no sea que las medallas brillen más de la cuenta.

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