Incluso para alguien a quien la política le gusta, sobre todo en su vertiente municipal (hay quien afirma que esto no es gustarte la política, porque los ayuntamientos son otra cosa), llega un momento que resulta cansina esa cantinela del “y tú más” o el “habló de putas La Tacones”, que es una expresión más vulgar pero también más gráfica.
Es para desanimar a cualquiera ver al PSOE acusando de corrupción al PP y al PP acusando de corrupción al PSOE, a IU acusando de corrupción a todos, mientras todos acusan de corrupción a IU, a los sindicatos rasgándose las vestiduras mientras se financian fraudulentamente y a la CEOE aplaudiendo porque a lo mejor con tanto barullo cuela alguna barbaridad.
Que el país esté en manos de unos colectivos tan absortos en sus meriendas de negros que pasen olímpicamente del fondo del asunto es para echarse a temblar. ¿Y cuál es el fondo del asunto?, me preguntarán ustedes mientras clavan su pupila azul en su pantalla… ¿Y tú me lo preguntas? El fondo del asunto eres tú, somos todos. El fondo del asunto es que en España la corrupción es un mal transmitido genéticamente como ya hemos dicho en alguna ocasión, y que lo que tenemos que intentar colectivamente es luchar contra esa herencia cultural envenenada, no decir que “lo mío es menos que lo tuyo” porque eso es un reconocimiento implícito de “lo mío”.
Que España sea el país del “¿lo quiere con IVA o sin IVA?” ya no sorprende a nadie, pero lo grave es que ni siquiera parece que se intente ya pelear contra eso. Se aprueban tibias medidas contra los delitos de corrupción, pero no se ataja la corrupción en sí misma, que sólo se puede combatir con transparencia absoluta.
Hace no muchos años no existía la tecnología para hacer cosas que hoy sí podemos llevar a cabo. Es posible que con una simple página web que podría hacer hasta un niño de teta (no vean cómo vienen las nuevas generaciones en lo tecnológico) los ayuntamientos den cuenta de todos los concursos que tienen lugar en su municipio, con la debida publicidad automática e inmediata. Eso permitiría que se acabara con los “procedimientos negociados”, que es una forma de contratación en que la administración llama a tres o cuatro empresas “de reconocido prestigio” para un tema concreto.
También es sencillo acabar con las donaciones anónimas a los partidos. Y lo digo yo, que soy un defensor de las libertades e, incluso, del derecho de una persona a donar anónimamente dinero, pero siempre que lo haga a una ONG o a la comisión de fiestas de su pueblo, no a quienes luego van a dictar las normas que rigen sus destinos. Tan sencillo como que las donaciones sólo sean legales si se hacen por transferencia bancaria, que eso queda registrado.
Lo de los ERE de Andalucía, en euros, es mucho más grave que lo de Bárcenas, pero eso no justifica lo de Bárcenas si es verdad todo lo que cuenta. Aquí no se trata de escalas, ni de baremos, se trata de que la corrupción es un sistema binario: o lo eres o no lo eres. Todo lo demás son figuras retóricas.
Que los dos principales partidos del país estén metidos en basura hasta el cuello (presuntamente, por supuesto) es preocupante, porque representan a muchos millones de españoles que, por eliminación, pueden tomar caminos peligrosos a la hora de ir a las urnas. Les recomiendo leer “El invierno del Mundo” de Ken Follet, la segunda novela de su trilogía sobre el siglo XX. Explica muy bien cómo llegó al poder Hitler.
Quizás no hayamos mejorado demasiado desde esos años, porque el caldo de cultivo de una cosa del estilo está creciendo a pasos agigantados.
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