Black Friday y cierre de locales. Dos caras de la misma moneda |
La trampa es perfecta porque es a tan largo plazo y se mete con tanta sutileza que nadie la ve, como los mejores trucos de películas como El Golpe, el Sexto Sentido o La Huella.
El Black Friday, como todas las orgías de consumo, es imparable porque los consumidores somos egoístas por naturaleza y nos amparamos en el principio básico de “si lo puedo comprar en 70 para qué voy a pagar 80”, una lógica implacable y que arrasa con todo.
El problema es que esos 10 son la diferencia entre la supervivencia y el cierre de muchos negocios, y ya no se trata de su cantidad, sino de su calidad. Por supuesto que para cualquiera es irrelevante en apariencia comprar en una gran cadena o en un pequeño comercio de toda la vida, hasta el día en que pretenda buscar un empleo o quiera iniciar su propia actividad. Ahí es cuando se dan cuenta de que las cosas no son tan sencillas, y hay sectores enteros de población (por ejemplo el funcionariado) que jamás verán eso porque no lo sufrirán en primera persona.
¿Cómo casar ambas cuestiones? ¿Cómo dar rienda suelta a la libertad de cualquiera, incluida la gran cadena, de hacer los descuentos que le venga en gana y proteger al mismo tiempo a la pequeña iniciativa de una práctica que le aboca a la desaparición? Es muy difícil, la verdad, y probablemente la clave podría estar en la concienciación, algo muy complejo cuando la cartera entra en juego y no seré tan hipócrita como para no reconocer que yo mismo caigo, sí, claro que sí.
Como consumidor es muy complicado que si te ofrecen exactamente el mismo producto en un precio inferior al que ves en la tienda no lo compres. Es la política de las grandes marcas, en que la única excepción es el producto único, exclusivo, de calidad, y no hablo solo de ropa. Aquello de “yo no soy tonto” de MediaMarkt es muy gráfico, aunque ahora Internet, con Amazon a la cabeza, está amenazando a esas cadenas con devolverles el “favor” con sus propias armas, ya que ahí ni siquiera tienen que tener locales ni personal que atiendan a la gente.
Como negocio tienes dos opciones: o no entrar en el juego y dejar las “mid seasons”, los “black friday” y los descuentos en la época de mayor actividad para los gigantes y arriesgarte a que no te compre ni un alma porque cuando nos ponen un porcentaje de rebaja se nos van los ojos, o intentar entrar y competir reduciendo todavía más tus ya de por sí pírricos márgenes de beneficio, que son los que permiten que la tienda siga abierta. Es un dilema terrible, sobre todo cuando no te puedes permitir aplicar los descuentos que sí hacen las cadenas demostrando que el resto del año no estafan. Si pueden hacer un 50% es que el margen no es del miserable 15 o 20 que puede tener un comercoi tradicional.
Una cadena que tiene sus plantas de fabricación en Marruecos, la India o China evidentemente juega con ventaja. Trabaja con unos números que son inasumibles para el pequeño comerciante, que al final no deja de ser un intermediario entre los productores y los consumidores. Encima un intermediario puteado, porque no sería la primera vez que veo descuentos en las páginas web de algunas marcas que rebajan el precio que le hacen al comercio que vende sus productos, algo realmente vergonzoso.
Pero explíquele usted todo esto al consumidor, que solo se preocupa (solo nos preocupamos), como es lógico, de llegar a final de mes de la mejor manera posible. Dígale que en conciencia es mejor pagar 80 que 70 porque es lo apropiado en conjunto. Se va a reír en su cara.
Ya sé que hoy les estoy exponiendo el problema y no la solución, pero es que yo no la tengo. Quizá la cosa vaya por cerrar las importaciones de países que utilizan mano de obra extremadamente barata y que contaminan a lo grande los mares que todos compartimos (sí, hablo de China, pero no solo de China). No lo tengo nada claro. Lo que sí veo es que de descuentos no vive nadie.
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