miércoles, 14 de octubre de 2020

La (inexistente) transparencia de las (muy subvencionadas) asociaciones lucenses

Por no variar el gran Forges ilustró la triste realidad

La Ley de Transparencia, vigente desde el año 2013, es probablemente una de las menos cumplidas de este país, en que la diarrea normativa se ciñe a la emisión de textos bienintencionados pero a los que casi nadie hace caso.

Aunque nació pensada para las administraciones públicas, también se aplica a las entidades privadas que perciban durante el ejercicio determinadas ayudas o subvenciones, estableciéndose dos baremos: que dichas ayudas (sumadas) pasen de 100.000 euros o que, sin llegar a esa cifra, sean de más de 5.000 y supongan al menos el 40% del presupuesto de la entidad.

¿Qué obligaciones tienen estas entidades? Pues bastantes. Desde la publicación de datos institucionales como organigramas y demás, hasta los económicos, que suelen ser los más jugosos, donde han de reflejar contratos, convenios… y las cuentas anuales de la entidad con cierto grado de detalle. Ahí es donde está la madre del cordero.

Se han de detallar las cuentas, y, específicamente, “las subvenciones y ayudas públicas concedidas con indicación de su importe, objeto o finalidad y beneficiarios”. Esto, que se puede interpretar como que incluye únicamente el dinero, también puede entenderse que abarca cualquier tipo de colaboración, sea económica o en especie (todos tenemos en la cabeza asociaciones de Lugo que reciben ingentes recursos públicos en forma de cartelería, material, carpas, sillas…). En cualquier caso no se cumple ni para una ni para otra cosa.

El resultado habitual en las asociaciones de Lugo

Si partimos de la base de que casi ninguna administración pública respeta esta normativa, es complicado que se pueda exigir a los particulares, sean asociaciones o no, que sigan esa ley, pero precisamente creo que es al revés. La sociedad civil, a la que tanto se nos llena la boca diciendo que “los políticos” son tal cosa y tal otra, debemos ser los primeros en dar ejemplo y servir de contrapeso a ese poder, y ponerlos colorados diciéndoles “oigan, yo con pocos recursos tengo las cuentas publicadas en la página web y ustedes pasan de todo”.

¿Qué tienen que ocultar? ¿Dónde están esas grandes cantidades de dinero que se mueven a través de “colaboraciones” públicas? Ya no les digo que entremos a ver al detalle dónde va cada euro (aunque entendiendo que son nuestros euros sería lo suyo) pero al menos podían tener la decencia de que podamos saber cuánto reciben de nuestros impuestos. Es un comienzo.

He visitado las páginas de varias organizaciones de todo tipo y sólo he visto una que ponga sus cuentas en la web: ASPNAIS. Sí, podrían estar más detalladas, es cierto, pero al menos podemos saber que de sus 1.960.093,83 euros de ingresos del año 2018 recibieron de subvenciones 84.517,68, que la verdad es que no es gran cosa. Tienen a mayores plazas concertadas con la Xunta, que son otra forma de sostener a la organización, pero insisto todos podemos ver esta información.

ASPNAIS, una honrosa excepción que sí publica sus cuentas.

La transparencia se ha convertido en uno de esos términos fetiche que todo el mundo asegura que respeta y sigue pero que en realidad nadie cumple. ¿Para qué? Si les encanta hacer justo lo contrario de lo que predican y nadie les pide cuentas ni les echa en cara sus contradicciones… Así nos luce el pelo, y todos somos cómplices.

Es vergonzosa la inacción privada y la pública. Es intolerable que las normas sólo las cumplan cuando les apetece. La información es la primera piedra para construir una sociedad libre porque sin saber de qué hablamos es complicado que podamos trabajar más que sobre supuestos. Y eso sin mencionar que es una verdadera fuente de corrupción y de desvío de dinero público a los bolsillos de los receptores finales.


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