Manifestación de Lugo sen Mordazas (Foto de Óscar Bernárdez), una plataforma con la que sorprendentemente estoy de acuerdo en los fines (no tanto en otros aspectos). |
“¡Hay que hacer algo!”, es el grito de guerra cuando hay un suceso que llama la atención, y últimamente estamos servidos en Lugo, tanto en el casco histórico como en otras zonas de la ciudad, si bien es cierto que en el centro llama más la atención porque es el barrio de todos.
La agresión que sufrió un trabajador del Círculo de las
Artes el otro día se suma a la lista de problemas que vivimos en el día a día, y
aunque quizá no han aumentado en número sí se han trasladado de horario. Lo que
antes pasaba a las tres de la mañana, cuando mucha gente duerme y no se entera
de nada, ahora sucede a plena luz del día y claro, canta más.
La reacción no se ha hecho esperar, y ya hay quien plantea
retomar la “ordenanza cívica” que afortunadamente quedó aparcada en un cajón
porque era un disparate mayúsculo y una aberración normativa de la que
escapamos por un pelo. Pensar en volver a las andadas es una sandez, principalmente
porque no hace falta.
Para quienes piensen que es necesaria, ¿acaso creen que
agredir a un empleado del Círculo es “legal” si no lo prohíbe el Ayuntamiento?
¿Piensan que saltarse las precauciones sanitarias, obligatorias para todos, ha
de ser recogido en una Ordenanza para que sea “más efectivo”? ¿Pretenden impedir
que la gente joven se siente en las escaleras de la Plaza de España? Si les
parece después aprobamos un código de vestimenta y un peinado estándar para los
lucenses y así nadie va con “malas pintas”.
No soy anarquista, ni de lejos, soy liberal que no es lo
mismo. Eso quiere decir que respeto la libertad de cada cual con el límite que
impone el respeto a la de quien está a tu lado. Esto se traduce en que me
parece bien que existan normativas de obligado cumplimiento que ordenen
razonablemente el comportamiento personal porque al final vivimos en sociedad y
hay que adaptarse a eso… pero esas normas han de ser de mínimos, y han de
cumplirse, que es lo importante.
De nada nos sirve aprobar larguísimas parrafadas si no se
respetan. La diarrea normativa que vivimos, contando además con varios niveles
de poderes con capacidad de organizar nuestras vidas (municipal, autonómico,
nacional e incluso europeo) no se convierte automáticamente en un mayor “orden
social”, sino todo lo contrario. Hay semejante lío montado que nadie tiene muy
claro lo que se puede y no se puede hacer, y todos tenemos la sensación de que
en cualquier aspecto de nuestras vidas nos pueden sancionar por hacer una cosa
o por la contraria agarrándose a una línea poco clara de un farragoso artículo de
una norma medio olvidada. Y si no miren la que se ha liado en Madrid, donde
están como pollos sin cabeza y la parafernalia del encuentro entre Sánchez y
Ayuso, en que había más banderas que en la ONU, sólo era una patraña parecida a
esas que representan algunos matrimonios que se venden como felices y exitosos
pero que, una vez cerrada la puerta de casa, se odian.
En Lugo pasa algo parecido. Hay normas, a punta pala, tantas
que las hay contradictorias. Apenas hay comportamiento que no esté regulado y
tasado por la todopoderosa administración, pero no se hacen cumplir, y así
estamos, bramando que “hace falta hacer algo” pero cifrando ese “hay que hacer”
a lo que sale políticamente rentable: proponer una Ordenanza, una nueva norma,
otra más.
Es una idiotez. Lo que necesitamos es que la Policía
patrulle, y a poder ser a pie. Que estén por la calle y que cuando se vea un
comportamiento sancionable se sancione, y no se mire para otro lado porque “eran
muchos en el botellón y nosotros sólo éramos 2”, cosa que ya ha pasado en esta
ciudad.
Ah, y por cierto, no sean melones, no sean racistas, no me vengan con que la culpa es de “los de fuera” (que es como se llama a los mulatos, negros y demás razas no caucásicas) porque sentarnos en las escaleras de la Plaza de España y hacer ruido lo hicimos todos en la adolescencia. No confundan churras con merinas ni agresiones con simples reuniones, por mucho que haya gente de países de “ritmos caribeños”. El racismo siempre se ha ocultado tras un manto de supuesta “racionalidad” que no es más que eso, racismo.
Estimado Luís,
ResponderEliminarPor unha vez estou plenamente de acordo co que di; agardo que non se repita (por aquilo de ter debate) e sobre todo que alguén dos que pode remedialo faga caso.
Efectivamente. Vivimos una época de regulación de máximos y control de mínimos, lo que conduce a la discrecionalidad en la aplicación de la infinita, farragosa y contradictoria normativa existente (en cualquier ámbito de actuación o conocimiento). No se controla casi nada, y la sanción es de tipo ejemplarizante, no de supervisión (un cabeza de turco ocasional recibe un castigo desproporcionado con respecto a lo que cotidianamente sucede). Supongo que el origen del problema radica en el interés del legislador (a cualquier nivel) por librarse de la responsabilidad legislando por exceso y apelando a lo escrito ante cualquier conflicto (aunque esto sea exagerado, inoperativo o incumplible). Hacer que sea hace.
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