La polarización es el pan nuestro de cada día, y la inseguridad ayuda a que la gente se vaya, cada vez más, a los extremos. |
Lugo es una ciudad tranquila, o eso nos dicen.
Hay un tío que está por la calle con un altavoz portátil a toda pastilla y que habla solo en voz bastante alta y que, como lo mires más de dos segundos, empieza a meterse contigo. Recientemente tuvo un episodio agresivo en una tienda del centro, donde entró, no quería salir, y asustó tanto a la empleada que ésta sigue de baja porque está aterrorizada con volver a su puesto. Ayer mismo tuve yo un encontronazo con él. Iba con mi perro por la Plaza de España y se empezó a meter conmigo. Evidentemente lo suyo es seguir sin hacerle caso, pero no todos los días uno está igual y me encaré porque me tiene harto. Estoy hasta la coronilla de tener que tolerar que un supuesto chalado me insulte cuando le sale de las narices sin poder decir ni pío. La cosa acabó en nada, pero a saber qué podría haber pasado porque este tío no tiene nada que perder salvo que lo metan en un lugar donde tiene tele gratis y comida caliente… durante poquito tiempo, claro, que seguro que también es “vulnerable”. No se puede hacer nada porque el hombre “es así y además es peligroso”, así que no pasa nada, él a lo suyo y no le digas nada que te puedes meter en un lío.
Una chica con un niño pequeño y embarazada se dedica a entrar a robar en tiendas. Está más que identificada y se sabe perfectamente quién es. Hay vídeos suyos cogiendo dinero de las cajas registradoras con toda la tranquilidad del mundo, grabaciones nítidas en que se le ve la cara perfectamente, y pruebas de que robó en otros establecimientos. No se puede hacer nada porque es “vulnerable”, así que no pasa nada, ella a lo suyo y no le digas nada que te puedes meter en un lío.
Un tío relativamente joven se dedica a mover los contenedores de sitio por toda la ciudad. Un periódico le dedicó dos páginas de entrevista por recoger colillas (lo que es caer en gracia, ¿eh?) y, envalentonado, ha pasado a ir gritándole al que se cruza e insultando a quien el viene en gana. No se puede hacer nada porque “está mal de la cabeza”, así que no pasa nada, él a lo suyo y no le digas nada que te puedes meter en un lío.
Ahora se ha puesto de moda entre los chavales liarse a bofetada limpia… entre amigos. Rollo “club de la lucha”, en que aplican tácticas como el “mataleón”, que es algo tan divertido como estrangular a tu amigo hasta hacerle perder el sentido. No se puede hacer nada porque “son cosas de jóvenes”, así que no pasa nada, ellos a lo suyo y no les digas nada que te puedes meter en un lío.
Y así todo.
Lo que antes eran frikis que te daban lástima porque veías que realmente son personas que no están bien (“cucú de la cabeza” se ve que se dice ahora) y pensabas que eran merecedores de ayuda se están convirtiendo en amenazas para la gente “normal”. ¿Y a qué le llamo gente “normal”? Pues en este contexto a la que va por la calle sin acojonar a aquellos con los que se cruza y que no tienes que esquivar para evitar “meterte en un lío”.
Reconozco que me molesta particularmente que estas personas, en muchas ocasiones agresivas, hacen lo que les viene en gana sin ningún tipo de consecuencia. No sólo es que no puedas decirles nada, es que si llamas a la policía por casos de robos, intimidación o similar se limitan a “identificar” al mangante, que se va de rositas, sin mayor problema. El que seguramente lo tenga serás tú.
Ver a quienes madrugan todos los días para levantar la persiana de su negocio, o a quienes hacen su vida normal sin meterse con nadie llevando a sus hijos al cole o al parque, atemorizados por si a uno de estos elementos le da por elegirlos y alterar su normalidad diaria sin saber cómo va a acabar la cosa, no ayuda.
Ya no entro siquiera en el tema de las ayudas a los mangantes, de la gente que abandona su puesto de trabajo porque, literalmente, cobra lo mismo sin hacer nada o se coge bajas fingidas porque sabe que lo peor que le puede pasar es que le despidan a la vuelta, con una jugosa indemnización, y se vaya al paro a vivir de los impuestos de los demás (casos reales, nada de "fake news" ni leches). Es la promoción descarada del apesebramiento a costa del que cotiza.
Tampoco voy a entrar en otros temas como el de una sociedad cuyas normas permiten que una persona que ha luchado toda su vida para tener una vivienda (o que la ha heredado, me da igual, que ahora parece que la herencia es un crimen) se encuentre con que se le mete gente en casa y no puede hacer absolutamente nada aunque vendan, roben o quemen sus pertenencias y recuerdos. La amenaza del "juzgado" no vale de nada con quienes no tienen nada que perder pero el daño real a quienes soportan esas situaciones sólo aumenta la tensión y la sensación, que sentimos muchos, de que esto se está convirtiendo (o se ha convertido ya) en una casa de putas.
¿Y cuál es la consecuencia de todo esto? Que la gente se echa en manos de los ultras. Pasó con Podemos, que diagnosticó bien la situación aunque dio recetas erróneas, y está pasando con Vox, que hace exactamente igual pero desde el otro extremo del panorama. De hecho, sorprendentemente, hay un trasvase de votos bastante considerable de unos a otros, porque no se trata de que sean ultraizquierda o ultraderecha, se trata de que son extremos y la gente es lo que va buscando porque los “moderados” y “tradicionales” no les están ayudando.
¿Cómo pretenden ustedes que reaccione quien se ve en la más absoluta indefensión cuando tenga que elegir papeleta? Pues muchos se verán tentados a coger la de quienes le prometen “orden”, ya que los otros que antes decían cosas razonables pero sin la amenaza de montar campos de concentración a las afueras de las ciudades ahora se la cogen con papel de fumar para evitar que les tachen de “fascistas”. Y así se ganan unas elecciones.
El problema es que los extremos, ¡oh sorpresa!, son extremistas por definición, y las cosas acaban como acaban. El ciudadano medio se está polarizando cada vez más porque eso es lo que nos están empujando a hacer, con nuestra complicidad. Los discursos moderados no venden, y quien abre los telediarios es el que dice la burrada más grande.
Si les soy sincero estoy muy preocupado. Por la situación que tenemos pero también por los cantos de sirena de los que la van a “solucionar”, porque históricamente las recetas tendían claramente a una “solución final”.
¿Y qué podemos hacer? Eso es lo más triste de todo, que no lo sé. Muchos sentimos impotencia. La de no vernos representados por partidos que se han convertido en nidos de ladrones y puteros, que dicen hoy blanco y mañana negro según su conveniencia oportunista de cada momento y que cifran su éxito a que el otro la cague todavía más para ver si por eliminación les toca pisar moqueta.
Hubo intentos probablemente nobles de crear alternativas, como UPyD o Ciudadanos pero fueron cayendo y sus líderes están cómodamente alojados en la “vieja política” que antes tanto criticaban y de la que ahora son sus principales valedores.
Repito: ¿qué se puede hacer? Poco. Esperar a los acontecimientos y, si son religiosos, rezar a su dios para que esto no acabe como todo apunta a que va a acabar: mal.
Sí, hoy el artículo me ha salido negro, pero es que es el color del que veo el futuro.
Es preocupante que en una ciudad como Lugo, con más de 300 policías entre Policía Local y Nacional , apenas se vea presencia policial en la calle. La sensación de inseguridad entre los ciudadanos va en aumento, y no por falta de recursos humanos, sino por una evidente mala planificación y gestión de los mismos.
ResponderEliminarLas autoridades tienen la obligación de garantizar la seguridad y el bienestar de los lucenses. Sin embargo, da la impresión de que se ha renunciado a la prevención y a la vigilancia activa en favor de modelos burocráticos o reactivos que no funcionan. ¿De qué sirve tener tantos efectivos si no se ven patrullas a pie, si no hay agentes en parques, barrios o zonas sensibles?
Lugo necesita una política de seguridad seria, con una presencia policial real y constante que disuada el delito y haga sentir protegida a la ciudadanía. La seguridad no es un lujo, es un derecho. Y quienes gobiernan deben asumir su responsabilidad.
VOX va medrando y medrando y esta es una realidad palmaria. Es, en definitiva, lo que está sucediendo en toda Europa. Las razones son obvias y no hace falta que Luis nos las refresque porque todos, hombres y mujeres, las tenemos perfectamente claras, cristalinas y omnipresentes. La solución no es buena. Lo terrible es que no hay alternativa.
EliminarEn esta vida para convivir tenemos que seguir leyes, normas y similares. Siempre habrá quien se salte las normas; quien escribe estas líneas no es perfecto y no está libre de ese "pecado".
ResponderEliminarCuando alguien se salta las normas hay un conflicto; ahora bien, la cuestión es quién crea el conflicto.
La respuesta que a todos se nos viene a la cabeza es la inmediata: el responsable es quien ingfringe la norma. Sin embargo, lo que yo observo frecuentemente es que la persona que denuncia la infracción es la señalada.
¿Por qué? Mi intuición es que se busca preservar una armonía mal entendida. El infractor protesta y la persona que denuncia es la señalada por romper dicha armonía. El razonamiento es que si el denunciante hubiese transigido, el infractor no habría montado el "numerito"; esa armonía mal entendida, antes mencionada, hace que el conflicto no sea la infracción, sino el "numerito" montado por el infractor.
Y de polvos como estos vienen muchos lodos.
Lo curioso es que en el caso del hombre con música que insulta y molesta continuamente y todos los días en el mismo sitio, un banco de la plaza Mayor, la policía lo único que hace es pasar en coche delante del concello, sin bajarse, mirarlo y continuar sin decirle absolutamente nada. Mientras tanto, molestando a todo el mundo, amedrentando, insultando y contribuyendo a dar una imagen espléndida de Lugo y su casco histórico, con el beneplácito, tal y como se demuestra, de los cuerpos de seguridad del estado.
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