martes, 18 de diciembre de 2012

Francamente, querida, ya no me importa un bledo.

Me duele la espalda, así que no he dormido demasiado bien. “¿Y a mí qué me cuentas?”, se preguntarán ustedes. Pues sencillo: quizás por eso tengo el día un poco atravesado y estoy un poco menos paciente con las tonterías que habitualmente, que ya es decir porque no soy demasiado dado a transigir con las cosas que me parecen signos externos de la estupidez de la humanidad. 

Resulta que el Ayuntamiento de Lugo aumenta su presupuesto en tres millones y pico de euros respecto al año anterior. Es decir, que estamos como estamos, y hala, aquí todo dios a gastar más dinero como enajenados, total para lo que les cuesta recaudar, sólo es poner un porcentaje más y a cobrar. He leído un poco por encima la justificación, que nos cuentan que ese incremento viene de un dinero que les va a dar el Estado a mayores (supongo que en un par de meses se quejarán del malvado gobierno de Rajoy, que asfixia a Lugo) y de la subida del IBI decretada también por el satánico gobierno central. 

Les voy a dar una idea revolucionaria: ¿qué pasaría si ese incremento lo tradujeran en una reducción de impuestos por otros conceptos? Es decir, que tal vez podríamos ahorrarnos la subida del agua, o quizás si rebajaran algún otro impuesto municipal de forma que se compensara esa subida dejarían más dinero en el bolsillo de los sufridos contribuyentes. Porque les recuerdo, no sé si son conscientes de ello (creo que no) que lo que venden como un triunfo no es más que una dilapidación de recursos. 

Tres cafeterías, tres, hemos pagado con nuestros impuestos: la del Parque de Rosalía, la del cuartel de Garabolos y la que se está haciendo, por lo visto de forma ilegal (encima) en la antigua cárcel. De verdad, ¿nos están tomando el pelo? 

En la venta creativa de esos magníficos presupuestos también se nos dice que se va a mantener el “gasto social” y el de “empleo”. Partiendo de la base de que una competencia no es municipal (el empleo) y que la otra sólo lo es tangencialmente, ¿alguien se ha molestado en contar los cuartos que se destinan esas campañas y su productividad? ¿Alguien ha comparado a cuántas personas ayuda, por ejemplo, el Comedor San Froilán y el coste que tiene, con el presupuesto que manejan en Servicios Sociales y el número de beneficiarios? Porque el Comedor no pone anuncios en la prensa, pero al Gobierno Local lo único que importa es que en los medios de comunicación salgan bien las cosas y en lugar de decirse “hemos colocado a chorrocientasmil personas” se vende como el logro del siglo “hemos gastado chorrocientosmil millones”. Démelos a mi, que le garantizo que también me los gasto. 

Creo sinceramente que debería haber una seria revisión de las políticas que se permite hacer a los ayuntamientos, porque con tanto gasto donde no es consiguen tres efectos perversos: que la auténtica administración responsable se pueda relajar porque puede repartir las culpas, que el dinero que va a donde no debe deje de ir a su sitio (ergo, las competencias “reales” del ayuntamiento están como están), y que la presión fiscal municipal sobre el ciudadano no se relaje, sino que aumente año tras año como si fuéramos un pozo sin fondo del que se pueden sacar las monedas que a alguno no le cuesta nada ganar. 

Verán, tanto decirnos que esto es el fin del mundo (parece que ahora literalmente si los mayas tienen razón) y resulta que parece que realmente algunos se lo creen, porque siguen gastando como si no hubiera un mañana. En lugar de ser prudentes, de reducir deuda, de contener el gasto, de poner ese dinero donde tiene que estar, pues no, “congelan” el gasto en fiestas y se quedan tan anchos, como si eso fuera la panacea. 

Pero fíjense en el detalle: ¿quién gestiona la ayuda social real? La cocina económica de Cáritas, el banco de alimentos privado… Mientras la administración local tenía que estar gastando nuestro dinero en atender las necesidades más básicas de sus ciudadanos deja esto a la cruel y despiadada iniciativa privada, que resulta tener más corazón que ellos, y pone anuncios a página completa de su nueva (enésima) página web y construye cafeterías a mayor gloria de nuestros gestores. 

Y por favor, no me vengan con que acuso a la prensa de algo porque no van por ahí los tiros. Si a ti te van a tu empresa a contratar un anuncio no vas a decirles "no, no, gasten ese dinero en arroz para los pobres", porque te arriesgas a convertirte en destinatario del comedor social tú también.

Ya les dije que había dormido regular, pero hombre, es que todo tiene un límite. Los gastos estúpidos son eso mismo, pero que encima nos vengan a vender con una sonrisa que nos van a cobrar más impuestos para pagar anuncios, negocios, cuchipandas y caralladas es ya carcajearse en la cara de uno y, francamente, querida, ya no me importa un bledo.

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