Aún no he ido al MIHL, pero tengo ganas. Una cosa es criticar algo que creo que es caro, inoportuno o innecesario y otra muy diferente que el resultado sea una porquería. No creo que sea el caso, pero hablo desde la más absoluta ignorancia, ya que, insisto, aún no lo he pisado, y mis únicas referencias son a través de terceras personas.
Pero antes de contagiarme del entusiasmo de ver nuestra nueva infraestructura cultural, me gustaría hacer un par de reflexiones respecto al tema de los gastos que se dan por sentado. Estoy hablando, ya no del coste del museo en sí, que por lo que se ve supera los 10 millones de euros (si les digo unos 1.700 millones de pesetas seguro que les suena a más, que con el euro todo parece poco dinero), sino del mantenimiento del chiringuito.
Para inaugurar el chiringuito de turno el BNG (fue de sus últimos acto en el Gobierno) organizó una muestra que ha costado 44.500 euros (yo sigo pasando a pesetas, 7.404.177… hice la cuenta tres veces porque creía que me había colado con los ceros). Casi siete millones y medio de pesetas para una exposición. Claro, como en este momento no hay dónde meter los cuartos… Son "gastos colaterales", como las víctimas civiles de las guerras.
No me valen los argumentos facilones: “es que son partidas diferentes del gasto social”… sí, pero el saco del que sale la pasta es el mismo, y Lugo no es precisamente ajeno a las transferencias de crédito (cuando se pasa dinero de una a otra categoría porque las cuentas se han de variar por cualquier causa); “Es que si costara 12.000 euros también dirías que es mucho”... pues depende de en qué lo gasten, porque verán, de esos siete millones y medio 9.000 son para la “comisaria” del evento, casi 8.000 para imprimir carteles, y 5.200 para “actividades educativas paralelas”.
Si tenemos en cuenta que la Diputación Provincial de Lugo, en manos de un concejal de Lugo (Besteiro es concejal en Lugo además de Presidente de la Diputación por si ustedes lo ignoran; ninguna crítica por esto, ha de ser concejal para poder ser diputado provincial), tiene una imprenta propia, no habría estado mal hacer allí los carteles, que seguro que salía más barato. O en una imprenta de un precio razonable, no era necesario irse a la más cara, que además la gente es muy mal pensada y a ver si alguien se le va a pasar por la cabeza que es de un amigo y le da una comisión al “gestor”.
Miren, el tema de hacer el museo es un poco como el del Monte Gaiás. Todos lo hemos hecho alguna vez aunque no a esta escala. A lo mejor si ibas a cambiar de coche o a comprar un piso pensabas en ir un pelín más allá de lo que la prudencia te aconsejaba (estoy hablando de cuando éramos todos ricos, no ahora que bastante tenemos con pagar la luz y el gas al precio que se está poniendo), y hacías un esfuerzo extra para coger un motor un pelín más potente o un piso con unos pocos metros más. Sin embargo, una vez realizado ese exceso te cortabas con los demás gastos para compensar el dispendio, y si te ibas a comprar un sofá de piel te conformabas con uno de Ikea (resultón y barato) y pensabas “ya lo cambiaré cuando pueda”.
Pero la administración no hace como el resto de los mortales, principalmente porque los dineros no parecen dolerles a algunos “gestores”, por llamarlos de alguna manera. Si un ayuntamiento se gasta 650.000 euros en hacer una cafetería (la del parque) o 10 millones de euros en un edificio como el MIHL, lo lógico es que a partir de ahí intentara cortarse con los gastos para compensar el despilfarro. Decía mi abuelo que “para gastar duros hay que ahorrar pesetas”, pero la administración no necesita ahorrarlas, porque las saca del aparentemente (sólo aparentemente) bolsillo del contribuyente. Pero el contribuyente se está cansando de ser una vaca a la que todos “muxen” sin tener derecho siquiera a dar una coz de vez en cuando.
¿El peligro? Que estas cosas se van acumulando y el día que esto explote, que cada vez está más próximo a menos que las cosas dejen de hacerse así, los daños colaterales van a pillar a todo el que esté en medio. La cultura, el arte, son un bien exclusivo de la humanidad pero también son refugio de mucho cantamañanas de esos a los que no les gusta madrugar (a mi tampoco me gusta, que conste). No hay que confundir, pero es difícil distinguir.
Desde luego, gastarse 8.000 euros en carteles de los que yo personalmente no he visto ni el primero (con ese dinero le daba para empapelar la Muralla), o 9.000 en un “comisario” de la exposición no parece lo más adecuado en estos momentos.
Lo único bueno para ellos es que así nos distraemos de los 10 millones que ha costado el MIHL. Cuando lo visite ya les contaré si, en mi opinión, los vale.
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