miércoles, 16 de abril de 2014

La otra censura

Hace un par de días el Ayuntamiento de Sarria retiró un cartel de la Plataforma que está contra las obras que se quieren hacer en el río que pasa por la localidad. Algunos miembros de dicha agrupación cargaron contra el alcalde acusándolo de censura, fea palabra en democracia. Lo que no aclaran es que la pancarta no sólo no tenía licencia sino que ni siquiera la habían solicitado, y la amarraron alegremente a unas farolas sin mayor trámite.

En un debate digital, de estos que se dan en redes sociales, una persona asegura que es habitual de Sarria y que allí hay opiniones para todos los gustos, y que hay quienes no se atreven a decir que están contra los que están en contra de la paralización de las obras, es decir, que están a favor de las obras.

Y es que hay una nueva censura en nuestra hipócrita y farisaica sociedad. La censura de quienes afirman hablar en nombre de “El Pueblo” y no soportan que parte de ese pueblo les diga que no está de acuerdo. Suele pasar con los progres en general y los pancarteros en particular.

Si dices en voz alta que estás en contra de que los libros paguen menos IVA, que te parece bien que quienes invirtieron sus cuartos en productos de riesgo lo hayan perdido (me refiero a las puñeteras preferentes, y hablo de quienes sabían perfectamente dónde se metían), que no ves por qué el Estado ha de subvencionar las paranoias y los traumas de nuestros cineastas y artistas, o que te parece fantástico reconocer que en un aula hay niños listos y niños tontos, no faltará quien te salte a la chepa y te ponga de fascista para arriba.

Quienes aseguran defender las libertades son los primeros en enarbolar la bandera de “lo que está bien y lo que está mal” según su catecismo laico, que es un pastiche entre El Capital de Marx y La Venganza de Don Mendo de Pedro Muñoz Seca, un sainete cómico en que muere hasta el apuntador.

Se trata de una forma como otra cualquiera de separar el “ellos” del “nosotros”, y eso es precisamente lo que ha creado todas las desigualdades, los problemas y hasta las guerras en este planeta, la negación de la posibilidad de que “los otros” tengan razón, o lo que es lo mismo, que nosotros no la tengamos.

Evidentemente se suele contraponer lo progre a lo conservador, pero siempre se les olvida la tercera vía, la liberal, que defiende que cada uno actúe como le venga en gana siempre que no se meta en casa ajena. Un liberal defiende que cualquiera puede ir a misa todos los domingos y aun así ser buena persona, y también que otro puede no pisar una iglesia en toda su vida… y aun así ser buena persona.

La imposición de esa especie de progresía combatiente, que no sólo piensa que Dios no existe sino que pretende que todos lo pensemos, es exactamente igual que la de quienes creen que Dios existe y pretenden que todos lo pensemos. Hay círculos sociales en que como te vean un crucifijo te tratan como si llevaras una esvástica a Jerusalén, y tampoco se trata de eso.

Puede parecer que hablo sólo contra los progres, pero no es así. Creo que es importante argumentar, razonar e intentar convencer en casi todos los temas, pero me cuesta más trabajo tragar las actitudes beligerantes de unos y otros. Sólo que me parece más grave cuando esas actitudes vienen de quienes dicen luchar contra ellas, por aquello de la coherencia y esas cosas.

1 comentario:

  1. Si esto fuera Facebook seleccionaría "Me gusta", jejeje. Como no lo es diré sencillamente que estoy plenamente de acuerdo contigo.

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