Piden los senegaleses residentes en Lugo que se les den ventajas para instalar sus puestos en San Froilán. Me parece bien. Cualquier lucense, y yo considero lucense a todo aquel que viva en Lugo, debe tener ventajas no sólo para disfrutar sino para obtener rendimiento de las fiestas patronales de nuestra ciudad.
Si los aspirantes a obtener licencia para abrir las casetas del pulpo tienen más papeletas para conseguir ganar la adjudicación por el hecho de que su empresa esté en nuestro municipio, no veo por qué esto no puede suceder con los demás temas, tanto comerciales como de ocupación de vía pública.
El fin de semana pasado estuve en Oviedo en las fiestas de San Mateo. A veces parece que me encantan las fiestas, porque no hago más que escribir de las que veo, pero esto fue de casualidad porque iba a bajar el Sella en canoa (es en serio, ya les contaré) y coincidieron las patronales. Otras veces sí voy a propósito, como en Pontevedra y su Feira Franca, que es digna de ver y disfrutar.
Pero a lo que iba. En Oviedo las fiestas patronales las viven de otra manera, dando por sentado antes de nada que las fiestas son de la ciudad. Y lo consiguen. Te sientes como un visitante (lo que realmente eres) en casa de unos amigos que están celebrando el cumpleaños de la abuela. Es un ambiente festivo como pocas veces he visto pero sin caer en la chapuza que se respira en otros lugares.
Para empezar, Oviedo tiene la gran ventaja de que sus calles son el triple de anchas que aquí, con lo que se facilitan enormemente las cosas. En el centro de la ciudad se instalan una serie de grandes sidrerías (la mayoría con dos alturas, usando la planta superior como almacén por lo que vi y la baja para atender al público) que llaman cariñosamente chiringuitos, aunque están mucho mejor montados de lo que la palabra da a entender. Pero estos chiringuitos no son explotados por empresas de fuera que van a instalarse en las fiestas, sino por asociaciones vecinales, culturales y deportivas de todo tipo que utilizan este recurso para financiarse y dar brillo a las fiestas. Una idea estupenda a considerar.
Los hosteleros, por su parte, montan el “gastromateo”, una alternativa supuestamente más profesional. Mientras los primeros venden raciones y bocadillos los segundos ofrecen platos de jabugo al corte y cosas de ese tipo. Vamos, que hay de todo para todos.
En Lugo, sin embargo, lo tradicional en los últimos años es que aterricen en la ciudad empresas de fuera para instalarse en las principales plazas del casco histórico, con sus grandes parrillas y hogueras (por cierto, hogueras que luego se prohíben en San Juan…) para entablar una competencia que según se mire puede ser discutible, sobre todo porque cuando los propios de Lugo piden estirar las terrazas (pagando, por supuesto) la contestación es dar la callada por respuesta.
Las fiestas son para los lucenses, aunque el espíritu que nos caracteriza de buenos anfitriones hace que demos la bienvenida a todo el que quiera participar. Pero son para los lucenses, insisto, y por eso me parece no sólo normal sino básico que si los habitantes de esta ciudad, tengan origen senegalés, malasio o del barrio de la Chanca o la Milagrosa, quieren montar un puesto tengan más facilidades que un tipo que viene de Rodrigatos de la Obispalía. Si tener nada contra los… ¿cuál es el gentilicio de Rodrigatos de la Obispalía?... los de allí.
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