martes, 24 de enero de 2017

Una gran (y sorprendente) acogida

Tengo que reconocer que estoy gratamente sorprendido. Si les soy sincero el artículo de ayer (que programé erróneamente para el domingo, cosas del calendario americano ya saben) estaba escrito con intención de reflexionar sobre las dificultades que una persona se encuentra a la hora de dar un paso adelante en este tipo de cosas. Sin embargo los lectores se lo han tomado por la otra parte, la que pretendía ser mero sustento de ese argumento, y la verdad es que no solo se agradece sino que además me ha sorprendido agradablemente la acogida.

He recibido llamadas y mensajes de personas que se encontraron en la misma tesitura que nosotros con el libro que presentaremos el día 4 (eso será otro artículo, como comprenderán): lo escribes con toda la ilusión del mundo, hablas con una imprenta que te presupuesta una cifra razonable para pasarlo a papel... y crees que ya está. Y no, precisamente ahí empiezan todos los problemas burocráticos. Que si el registro de propiedad intelectual (eso es lo más sencillo), el ISBN, la distribución en librerías, el alta en Hacienda, el IRPF, las declaraciones trimestrales de IVA...

Sacar tu pequeño poemario, del que imprimirás 100 o 200 ejemplares, o tu librito de lo que sea pasa de ilusión a pesadilla en un suspiro, ya que si pretendes venderlo en librerías para no perderle dinero te tratan como si fueras la Editorial Planeta. Lógicamente eso hace que un amplio porcentaje tire la toalla, y para evitar eso es para lo que ha nacido la modestísima editorial que hemos lanzado.

La burocracia por el genial Forges
Habernos atrevido a dar el paso y crear Ediciones Desdelugo es un acto que no sé si encajarlo más en la valentía o en la inconsciencia, en un par de años se lo aclaro con números, aunque mi instinto me dice que roza más lo segundo que lo primero.

Es obvio que no se trata de un esquema tradicional en que se recibe el manuscrito y la editorial se hace cargo de todo, dejando unas migajas de los beneficios al autor. La intención es buscar una fórmula que combine las ventajas de la autoedición y las de la edición de toda la vida, intentando maximizar las ventajas para el escritor y reducir en lo posible sus riesgos... porque siempre hay riesgos y poner tu dinero en un libro aunque lo hayas escrito tú es complicado. Y por supuesto barrer para casa y que la producción se haga en Lugo, que esa es otra.

Como por ahora el tema económico es el que es, aquí no hablamos de “escribo un libro, lo entrego y que me den quinientos euros al mes”, que no va a ser eso, me temo. Ojalá lo fuera y hay casos de éxito editorial a nivel nacional sin movernos de nuestra ciudad, como el incomparable Héctor Castiñeira, que dio la campanada con su Enfermera Saturada y ha vuelto a hacerlo por tercera vez con su divertidísimo “Las UVIS de la ira”, o, por supuesto la famosísima Marta Rivera de la Cruz, pero esto nace con una intención mucho más modesta, más de “andar por casa”.

Lo que queremos es colaborar con los autores para guiarlos en el farragoso mundo administrativo y colaborar con ellos para que se eviten tener que pasar por la calle de la Reina a volverse locos peleando con la Agencia Tributaria, a la que enviamos un cariñoso saludo (oigan, que hay que llevarse bien). Si todo va bien quién sabe lo que puede salir de aquí, ojalá una buena iniciativa que consiga poner en las estanterías locales los libros de nuestros convecinos y ayudarles a rentabilizar su inversión lo mejor posible.

De hecho, tan modesta es la cosa que no pretendo vivir de ello ni mucho menos. Yo sigo con mi trabajo, y esta editorial es una cuestión poética, un cariño a mi Lugo del alma, y para intentar ayudar a que más personas puedan sentir las maravillosas sensaciones que conlleva “parir” un libro. La verdad es que no sé cómo funcionará, pero me da igual, la ilusión de tenerlo en la mano (y eso que aún no me lo han dado de la imprenta) es más que suficiente.

Ya he recibido mensajes de personas interesadas en sacar adelante sus proyectos, y es algo que refleja que hay una verdadera demanda de esto, y qué quieren que les diga, por mucho que no sean buenos tiempos para la lírica quizá tengamos que lanzarnos a intentar cambiar eso y pensar no sólo en euros sino en dejar ahí un humilde y modesto legado impreso. Es una forma de inmortalidad como cualquier otra.

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