martes, 2 de octubre de 2018

Los tesoros ocultos de Lugo

La restauradora Vania López muestra las pinturas.
Fotograma del vídeo publicado por La Voz de Galicia (www.lavozdegalicia.es/lugo)
Un edificio como la Catedral de Lugo, de tantos siglos y que fue el epicentro de la vida de la ciudad durante muchos de ellos, por lógica ha de contener cientos o miles de historias de todo tipo, la mayor parte desconocidas. Pero también estoy seguro de que encierra todavía muchísimos secretos más tangibles, huellas de su largo pasado que han permanecido ocultas por diversas circunstancias.

Una de esas huellas salió a la luz en estos días. Unas pinturas que yo diría que son barrocas, lo que permitiría fecharlas entre el siglo XVII y principios del XVIII (como me equivoque mi antigua profesora de arte, Rosa Piñeiro, me mata), de angelotes en la capilla del Ecce Homo de nuestra principal sede eclesiástica. Estuvieron durante sabe dios cuánto tiempo ocultas tras una capa de cal y pintura que, a su vez, tenía delante un retablo.

La restauradora Vania López se está encargando de devolverle su color y su vida para que tengamos un punto más al que atender en la Catedral, como si ya fueran pocos los que tenemos con el retablo de Cornelius de Holanda, el impresionante coro, o los paseos por las cubiertas y las torres, por no irme a los lugares más conocidos como el altar mayor o la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes. Y eso sin poner un pie en el Museo Diocesano, del que ya les hablé cuando reabrió y que merece mucho la pena.

Lugo es una ciudad milenaria, cargada de tesoros ocultos y de historia desconocida cuyos vestigios poco a poco fueron destruidos por ignorancia o por avaricia, dejándonos unos pocos restos que a día de hoy hemos aprendido a respetar y atesorar.

Cada vez que alguien hace una obra en el casco histórico se aterra pensando en que vengan “los del pincel” y le paren todo durante años porque aparece una botella de 1935, pero el problema no está ahí, en la paralización en sí misma, sino en quién asume el coste.

Verán, la Universidad de Santiago encontró durante las obras del Vicerrectorado la Domus del Mitreo. Dentro de cien o doscientos años nadie recordará la intención inicial de hacer allí un auditorio pero podrán seguir admirando un yacimiento arqueológico fantástico. Lo malo es que si en vez de a una administración le hubiera tocado el tema a un particular probablemente se habría arruinado por los costes y ahí es donde está la injusticia.

El patrimonio histórico es un elemento común que hay que encontrar, excavar, conservar, proteger y difundir, pero también hay que pagarlo entre todos para que no se cargue injustamente a quien “le ha tocado” porque tampoco le van a dejar quedarse lo que aparezca, lo cual es el colmo de la injusticia. Esa teoría del “paga tú que me lo llevo yo” no encaja.

Recientemente unos amigos de Ferrol vinieron a Lugo y se encontraron con una ciudad muy diferente de lo que pensaban. La Muralla, la Catedral y el casco histórico sorprenden mucho a todos los que nos visitan, lo cual se puede leer como un éxito de la ciudad y un fracaso de su promoción turística, ya que como pueden imaginar solo te sorprende lo que no conoces.

En fin, volviendo al inicio, tenemos desde ahora algo más que ver en la Catedral y así, pasito a pasito, piedra a piedra, se va poniendo en valor una ciudad que es inmerecidamente desconocida.

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