miércoles, 10 de octubre de 2018

Protección, seguridad, represión y redes sociales

Cristales rotos de la Domus del Mitreo por graciosos que tiran piedras de la Muralla.
Foto: La Voz de Galicia
El debate está servido. Cámaras, patrullas a pie y protección legal de los monumentos por un lado, libertad individual, intimidad y libre albedrío por el otro, supuestamente.

El problema de estas cuestiones es que se parte de una premisa falsa, que es dar por sentado que la presencia de una patrulla de policía coharte la libertad personal. Si les soy sincero a mí no me ha molestado la policía en mi vida, e incluso cuando me han parado para soplar no me ha parecido que “desconfíen” de mí particularmente. Hasta las veces que me han multado por exceso de velocidad (es mi sanción recurrente, la de picar como un idiota en los tramos de 50 pasándolos a 60 o en los de 70 circulando a 80) les he tenido que dar la razón porque la tenían y no es que me sancionen porque les da la gana, sino porque yo lo estaba haciendo mal.

Pero este ejemplo de la velocidad es válido para el asunto que tratamos. Podemos debatir si es lógico que los radares y las patrullas se sitúen donde saben que los conductores vamos ligeritos en lugar de estar donde hay peligro, y es una discusión más que válida. Es innegable que hay un factor de búsqueda de recaudación en un radar situado en medio de una recta infinita, con visibilidad y donde no ha habido un accidente desde que los viajeros iban en burro, pero también es indiscutible que si no te pasas de la velocidad marcada no te sancionan.

En el caso que nos ocupa, que es la protección del patrimonio, pasa un poco lo mismo. Claro que hay diferencias entre que te saque una foto un radar (bueno, técnicamente se la saca al coche, ni siquiera al conductor) y que te graben haciendo tu vida diaria por la calle. Lo segundo es una intromisión en la vida privada de difícil aceptación, pero también es un sapo que no estoy dispuesto a tragar que se carguen nuestro patrimonio común impunemente.

Lugo Monumental, la entidad que tengo el honor de presidir, ha coincidido en estos días con el PP en la demanda de instalación de cámaras, con Lugonovo en su reclamación de que aumenten las patrullas a pie y con el BNG en que se solicite que la fuente de San Vicente sea declarada BIC. Creo que en los tres casos hemos andado más ligeros que los partidos políticos ya que solicitamos las medidas antes que cualquiera de ellos, pero estoy seguro de que no nos han “copiado” sino que simplemente hemos coincidido, y es lógico porque tampoco hay mucho más que rascar.

Hay diferencias en algunos puntos. Lugonovo por ejemplo está contra las cámaras de vigilancia, porque asegura que no sirven de nada para proteger sino solo para sancionar a posteriori. Tienen parte de razón, ya que la cámara en sí no es más que un elemento disuasorio y un método de prueba a usar una vez que ya ha pasado algo, pero no me digan que no nos habrían servido de mucho las imágenes que demostraran qué pasó hace pocas navidades cuando un vehículo atropelló y mató a un pobre señor mayor en la Plaza del Campo. El que lo hizo hoy se pasea por ahí sin consecuencia alguna, igual que los vándalos que tiraron al suelo la imagen de San Vicente, que nos costó 6.000 euros restaurar, por poner dos ejemplos bastante evidentes.

A nadie le hacen gracia las cámaras, pero son un mal menor si se usan bien.
El problema, como les decía el lunes, no es tanto si hay cámaras o no sino cómo se usan las imágenes. La propuesta elevada por nuestra asociación es que tengan un sistema cerrado de almacenaje de imágenes durante un tiempo prudencial (un mes es lo habitual en estas cosas) y que solo se pueda acceder a ellas cuando hay una denuncia y con la supervisión de un juez. No le veo problema alguno a esto, la verdad.

Otra postura más radical es la de otras organizaciones, que hablan de represión y cosas así. Me llama la atención la supuesta alergia de estos libertarios de salón a un sistema que no tiene otro objeto que poder revisar pruebas si ocurre algún suceso. Supongamos, por ejemplo, que hay una agresión sexual… ¿llamamos entonces “represión” a tener una prueba de lo sucedido? ¿Recuerdan ustedes las imágenes del juicio contra "la Manada" que demostraban que la chica salió temblando y llorando del portal? Si esas cámaras evitan una situación así ¿no les damos la bienvenida y estaremos precisamente pidiendo que pongan una en cada calle? Insisto, siempre bajo el sistema de grabación cerrada y solo accesible en caso de que pase algo…

Publica hoy La Voz de Galicia que unos simpáticos se dedican a arrancar piedras de la Muralla para tirarlas al cristal del vicerrectorado y que los daños superan ya los 10.000 euros. ¿Es a esa gente a la que defienden cuando les “reprimen” las cámaras? ¿Y no son capaces de ver que no tiene nada de malo “reprimir” ciertos comportamientos? No estamos hablando de que suban a Youtube un vídeo de un señor metiéndose el dedo en la nariz, sino de delitos. Supongo que cuando se publicaron las imágenes de la Cifuentes y las cremas no pensaron en su intimidad, sino en el delito cometido, pero claro, no era “de los suyos”.

Nos hablan del Gran Hermano y esas cosas. Estos antisistema de pacotilla no quieren ser conscientes de que mayoritariamente, si no todos, llevan en sus bolsillos unos complejísimos ordenadores con localizador GPS y conexión continua a servidores de grandes empresas que, esas sí, trafican con sus datos como si fuera cocaína. Se abren perfiles en redes sociales con nombres falsos, pensando, los muy cándidos, que no es posible saber quiénes son, como si Facebook no almacenase la dirección IP de sus teléfonos móviles en cada acceso…

Pensar que las cámaras de seguridad son "represivas" y ceder tus datos a diario
a las grandes corporaciones de redes sociales es contradictorio...
Ese sí es el Gran Hermano, porque qué quieren que les diga, cuando Orwelle escribió su libro (muy citado pero poco leído, me parece a mí) no creo que estuviera pensando en la policía local de una pequeña capital de provincias preocupada por defender a sus ciudadanos y su patrimonio. Creo que más bien se refería a lo otro, al entreguismo que bajo un iPhone, un Samsung o un Xiaomi para los más “rebeldes” (ya sabemos que China es el paraíso de las libertades) todos hacemos de nuestra intimidad.

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