miércoles, 9 de octubre de 2019

Villalba da ejemplo y reduce la propaganda electoral

Cartelones electorales en Lugo en pasadas elecciones. Foto: Diario de Pontevedra
Villalba ha acertado, y todos los demás ayuntamientos deberían seguir su ejemplo: han reducido a cuatro localizaciones puntuales los lugares permitidos para poner propaganda electoral. Falta por ver si mantendrán esa política a lo largo del tiempo, en las próximas elecciones autonómicas y, sobre todo, en las locales que es donde los que dictan la norma se juegan la permanencia en el cargo, o si solo es una señal de haber recibido el hartazgo que tiene la población para estas elecciones… pero al menos es un comienzo.

El disparate propagandístico electoral que vivimos cada poco tiempo no es sostenible ni económica, ni ecológica, ni socialmente. Gastarse millones y millones de euros de dinero público en campañas electorales, en que además quienes más cuartos tienen son los que paradógicamente más reciben (no es que se ayude a las listas con menos posibilidades, que sería más comprensible para equilibrar la balanza), no tiene demasiado sentido hoy día, en que hay formas más limpias de hacer llegar los “mensajes”.

El Gobierno de España tiene un Ministerio de transición ecológica que solo ha servido para aplaudir con las orejas mientras se proyecta el cierre de la central térmica de As Pontes al tiempo que compramos energía a Marruecos (como si el aire que contaminan sus centrales térmicas no lo respirásemos aquí) y para crear confusión con el futuro de los coches diésel que, como todo el mundo sabe, son los transportes que usan los ricos. Pero no ha movido un dedo para reducir la ingente cantidad de papel y cartelería plástica que se usa campaña tras campaña. Vamos, que no contaminen los demás, dice el señor que viaja en avión de Madrid a Valladolid, pero los míos pueden porque somos tan importantes que estamos por encima del sostenimiento del planeta.

Lo de dar ejemplo solo va con algunos políticos. Pocos la verdad. Incluso a veces parece que hacen el ganso y les voy a contar el caso de un amigo mío diputado nacional (no daré nombres pero tampoco creo que sea tan difícil adivinar de quién les hablo) que se empeñó en viajar en clase turista a pesar de que el Congreso le ofrecía ir en primera. De hecho le explicaron que incluso podría salir unos euros más caro el billete en turista porque los convenios que tienen con las compañías eran para las más altas categorías y su respuesta fue ejemplar y aleccionadora: “pues que cambien el convenio”, porque entendía que era poco apropiado dar el mensaje de que Sus señorías necesitan manicura (es un decir) en la hora escasa de vuelo que tienen desde Madrid a casi cualquier punto de España. Coherencia ejemplar en mi opinión.

Pero volviendo al inicio del artículo, Villalba ha marcado un hito en el tema de las campañas electorales. Evitarán el bombardeo constante y agresivo de la publicidad no domesticada que se adueña de nuestras calles en toda contienda política. Mientras las empresas recibirían duras sanciones si se les ocurriera la idea de poner banderolas en cuanta avenida hay, tenemos que ver las cabezas colgantes de los líderes de turno para convencernos de que su detergente lava más blanco, pero no en Villalba.

Envidio a sus vecinos, que solo tendrán que sufrir la propaganda que elijan si ven la tele (supongo que las suscripciones a Netflix aumentarán en estos días).

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