A los cubos que mencioné el otro día se une ahora un plástico negro. Vamos a peor. |
NOTA: Este artículo tiene mucho en común con el publicado en este blog el día 26 de noviembre, pero como se publicó en La Voz de Galicia lo incluyo aquí, que ya saben que este blog también me sirve de archivo. Gracias por su comprensión.
¿De verdad queremos ser Patrimonio de la Humanidad?
¿Queremos ser Patrimonio de la Humanidad? ¿Poniendo plásticos y cubos de colores para tapar los mosaicos de la calle Doctor Castro porque les entra agua desde hace ya tiempo? ¿Descuidando nuestros restos arqueológicos de forma tan flagrante? ¿Votando contra la creación de una mesa de trabajo afirmando que “no es útil” contar con toda la sociedad lucense en la concreción de un objetivo común?
Lugo vivió un momento de esplendor a finales de los 90 en que nos dimos cuenta de que teníamos una ciudad de la que poder presumir. La peatonalización llevada a cabo en el mandato de García Díez y la declaración de la Muralla como bien mundial, tramitada también en esos años con el apoyo de todas las fuerzas vivas de la ciudad, del entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, e incluso con la implicación de la Casa Real, fueron acicates para la adormecida conciencia de los lucenses. Veinte años después nuestra sociedad vuelve a estar amodorrada, como si aquello fuera el destino en lugar del punto de partida que debió suponer.
Para lograr un premio tan codiciado como el que dicen perseguir hay que tomar medidas imprescindibles. La más evidente es repasar lo que vamos a enseñar, en este caso el casco histórico, y diagnosticar los muchos problemas que tiene. Pretender superar una prueba en la que competimos con algunas de las joyas urbanísticas del planeta, cuando las ruinas acechan el entorno de la Muralla, no es realista.
Reformar el PEPRI para que, sin renunciar a su vocación protectora de nuestro pasado, deje de ser un impedimento para la rehabilitación, realizar un ambicioso y necesario plan de excavaciones, cuidar la urbanización de las calles para que no sean un pastiche de remiendos, hacer el Museo de la Romanización en San Fernando… son pasos obvios que quizá sean pedir mucho cuando ni siquiera somos capaces de impedir las goteras en mosaicos de dos milenios de antigüedad.
Artículo publicado en La Voz de Galicia del 3 de diciembre de 2019
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